Las olas de innovación tecnológicas tienen por lo general un proceso similar y común: un nacimiento lento, un crecimiento rápido y un asentamiento que se convierte, luego, en la nueva normalidad. Para graficarlo mejor, se puede decir estas olas forman una especie de “S”, que luego de su nacimiento tiene un crecimiento exponencial.  El economista Joseph Schumpeter aseguraba que estas olas de innovación tecnológica son fundamentales para mejorar la calidad de vida de las poblaciones a nivel masivo, así como también la economía de los países. También, advertía que el crecimiento de las olas de innovación puede alentar a la formación de monopolios en diversos sectores.

La llegada de la sexta ola se anunció incluso antes de ponerse en funcionamiento “masivo: la ola que atravesamos en la actualidad está marcada por la inteligencia artificial, la robótica, y el pase (casi) total de la digitalización de los procesos y de la información. La automatización de tareas y la disputa por el reemplazo de mano de obra humana en simples (e incontablemente más veloces) acciones, el ahorro de tiempo de tareas que antes costaban horas y en la actualidad tan solo segundos, es sin dudas el símbolo más fuerte de la ola que habitamos, además de otro aspecto sumamente importante: el cambio climático que obliga a buscar opciones de tecnologías y energías limpias. 

A mediados del siglo XX, el reconocido economista austro-estadounidense Joseph Schumpeter acuñó el concepto de “destrucción creativa”, mediante el cual intentó explicar los distintos momentos históricos (cíclicos) del capitalismo y cómo afecta ese marco macro al presente de las empresas y los mercados. El proceso de destrucción creativa, afirmaba Schumpeter, es la situación que se da cuando las empresas, temerosas a innovar, comienzan a perder relevancia hasta minimizar sus ganancias o incluso desaparecer. En esa dinámica, la falta de innovación estratégica por parte de una empresa abre paso a quienes toman diversos riesgos, quienes analizan y aplican vanguardias de consumo, dejando atrás a las estructuras que no se adaptan a la coyuntura que atraviesan. 

En ese sentido, poniendo a la innovación en el centro del desarrollo positivo y planificado de las empresas, Schumpeter tomaba cuatro dimensiones acerca de ella: la invención, la innovación, la difusión y la imitación. El orden utilizado no es casual: desde una perspectiva sociológica, Schumpeter decía que la invención y la innovación son fundamentales, pero que el proceso nunca podría prosperar sin una correcta difusión de “lo nuevo” mismo, a partir también de la imitación de casos de éxito en procesos similares.

Las olas de innovación tecnológicas tienen por lo general un proceso similar y común: un nacimiento lento, un crecimiento rápido y un asentamiento que se convierte, luego, en la nueva normalidad.

Las primeras cinco olas de innovación

Continuando en esa línea de análisis, el economista manifiesta que la economía no avanza de manera lineal, sino que está atravesada por ciclos. Esos ciclos (u olas) son los momentos en la historia en que se dan innovaciones tecnológicas y estratégicas tales que modifican estructuralmente las maneras de producir pero también de pensar las funciones en el mercado y las empresas. 

Las olas de innovación tecnológicas tienen por lo general un proceso similar y común: un nacimiento lento, un crecimiento rápido y un asentamiento que se convierte, luego, en la nueva normalidad. Para graficarlo mejor, se puede decir estas olas forman una especie de “S”, que luego de su nacimiento tiene un crecimiento exponencial. 

Encontramos de esta forma que la primera ola de innovación, fue -como no podía ser de otra manera-, la llegada de la Revolución Industrial, con los avances sobretodo en la industria textil y productos de hierro, que transformaron a la humanidad para siempre. 

La segunda gran ola de innovación se da con los avances en manera de ferrocarriles, así como la industria del acero. Esta etapa, comprendida desde la mitad del siglo XIX y el comienzo del siglo XX, aceleró procesos de transporte de producto y originó no sólo nuevas empresas, sino el crecimiento de aquellas que incipientemente comenzaron a inmiscuirse en esas nuevas industrias. 

En cuanto a la tercera ola, encontramos la aparición masiva de la electricidad (para tendidos de luz), la telefonía y el modelo de producción fordista, apenas comenzado el 1900. Ese acelerado proceso trajo emparejada rápidamente a la cuarta ola: tras el fordismo que revolucionó a la industria automotriz y las formas de producir, la aviación cambió completamente las maneras de transportar mercaderías y mensajería. 

El nuevo cambio tecnológico y revolucionario en las formas de comunicarse y sobretodo de compartir información llegó con internet: un nuevo sentido de la globalización y un mundo prácticamente sin fronteras a la hora de consumir y replicar datos. A esto llamamos la quinta ola. 

La sexta ola y el poder de la innovación

Como se mencionó anteriormente, Schumpeter aseguraba que estas olas de innovación tecnológica son fundamentales para mejorar la calidad de vida de las poblaciones a nivel masivo, así como también la economía de los países. También, advertía el economista, el crecimiento de las olas de innovación puede alentar a la formación de monopolios en diversos sectores. 

La llegada de la sexta ola se anunció incluso antes de ponerse en funcionamiento “masivo” (como cada vez sucede más en las que vendrán). En este caso, la ola que atravesamos en la actualidad está marcada por la inteligencia artificial, la robótica, y el pase (casi) total de la digitalización de los procesos y de la información. La automatización de tareas y la disputa por el reemplazo de mano de obra humana en simples (e incontablemente más veloces) acciones, el ahorro de tiempo de tareas que antes costaban horas y en la actualidad tan solo segundos, es sin dudas el símbolo más fuerte de la ola que habitamos, además de otro aspecto sumamente importante: el cambio climático que obliga a buscar opciones de tecnologías y energías limpias. Según un estudio de la National Retail Federation (NRF), en base a 19.000 consumidores de 28 países, un tercio de los encuestados da mayor prioridad a productos sustentables, con una tendencia creciente. En América Latina, el aumento de consumo de productor sustentables creció un 86% en 2021 con respecto al 2020. 

En ediciones anteriores, Revista Realidad Profesional analizó el fenómeno de la Inteligencia Artificial aplicada a las PyMEs, en donde se pusieron en agenda diversos debates al respecto.  Según un informe allí citado, alrededor del 75% de las tareas administrativas que llevan adelante las PyMes podrían tener su proceso de automatización y ese es y será el gran cambio de la época.

 

¿Qué se espera de la séptima ola?

Las olas de innovación, como se expresó, tienen diversos lapsos de tiempo que recientemente se han ido acortando entre ellas. No son pocos los profesionales que ya estiman y analizan de qué irá la próxima innovación, la séptima ola. En este caso, los análisis coinciden en que no se tratará de un cambio rotundo con respecto a su antecesora, sino más bien en una profundización.

Son cada vez más los Gobiernos que destinan grandes inversiones en tecnología, básicamente en tecnologías profundas. China, Estados Unidos, Corea del Sur e Israel son los principales.

El Doctor en Economía Xavier Ferrás manifiesta al respecto que son cada vez más los Gobiernos que destinan “inversiones estratosféricas en tecnología, básicamente en tecnologías profundas, de naturaleza digital (inteligencia artificial, robótica, microelectrónica)”. En ese sentido, el investigador toma como casos testigo a Corea del Sur, Israel, China y Estados Unidos como algunos de los impulsores principales. “Arranca una nueva era de política industrial y tecnológica, propulsada por la tensión estratégica entre China y EEUU.

Tras décadas de fundamentalismo de mercado, nos damos cuenta de que maximizar el retorno de los accionistas no necesariamente conduce a la prosperidad de las naciones”, explica Ferrás. Aparentemente, el objetivo de China es dominar esta séptima ola para el año 2049, y ser el país con mayor capacidad de producción y utilización de nuevas tecnologías relacionadas a la inteligencia artificial y automatización de procesos.

Con este panorama, se abre una nueva disputa de poder entre países para dominar la cresta de la sexta ola, innovando en tecnologías de la información que les permitirá llegar a la próxima con un profundo conocimiento y manejo de datos.


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