
Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
El mutualismo basa su funcionamiento en la reciprocidad de servicios con el fin de distribuir los riesgos sobre la mayor cantidad de asociados a los fines de que estos sean mínimos de manera individual. En esta nota, el Dr. Gabriel Cóceres analiza a las mutuales desde un enfoque teórico y presenta los motivos que dan origen a su surgimiento.
En este trabajo pretendemos exponer de manera breve el origen del mutualismo y sus elementos constitutivos. Con ello, tendremos una noción real del mutualismo y de las mutuales, instituciones a las que me resisto llamar de manera abstracta “ente”, pues su historia y función social se ubican en el campo de lo concreto. Seguidamente, comparto algunas definiciones.
El mutualismo es un sistema auto generativo, la génesis mutual autopoiética1, que perfecciona al hombre por su función social. La clave económica del sistema mutualista es el ahorro para la formación de crédito en general, que aplicado a sí mismo y observando el cumplimiento de los principios y valores mutuales que rigen, el sistema inevitablemente mejora, enaltece y perfecciona al hombre. Pero ello es insuficiente si no agregamos que el mutualismo lejos de ser inmanentista, es profundamente trascendente. Es la idea de bien común llevada a la praxis.
La mutualidad, en términos amplios, es la asociación que basa su funcionamiento en la reciprocidad de servicios con el fin de distribuir los riesgos sobre la mayor cantidad de asociados a los fines de que sean mínimos de manera individual.
Las prestaciones mutuales son (Art. 4 de la Ley 20.321) aquellas que, mediante la contribución o ahorro de sus asociados o cualquier otro recurso lícito, tienen por objeto la satisfacción de necesidades de los socios ya sea mediante asistencia médica, farmacéutica, otorgamiento de subsidios, préstamos, seguros, construcción y compraventa de viviendas, y la promoción cultural, educativa, deportiva y turística, como así también la prestación de servicios fúnebres y cualquier otra que tenga por objeto alcanzar bienestar material y espiritual. Todos ellos a mero título enunciativo, porque las necesidades humanas son numerosas y dinámicas, y basta solamente con que la actividad sea lícita, legal y goce del respectivo reglamento.
Un gran pensador argentino, Mauricio Prelooker, supo oportunamente referir en una de sus obras2 a las estructuras Alfa y Beta descriptas por el sociólogo noruego Johan Galtung.
La estructura Alfa es vertical y se representa por un triángulo, donde el mando está en el vértice superior, y un ejemplo típico está representado por los organigramas, donde conviven relaciones jerárquicas de funcionarios y ejecutivos. Señala el autor:
“Una estructura Alfa puede representarse mediante una especie de árbol invertido, en el cual se advierte enseguida su carácter vertical y sus ramificaciones hacia abajo, cada vez más extensas y ramificadas. La información circula principalmente desde la parte superior (el llamado centro) hacia la inferior (la llamada periferia). El centro emite órdenes y la periferia recibe, acata y retransmite a los estratos de menor nivel. Pero no solo envía órdenes. También imparte instrucciones, establece modas, estilos de vida y gustos, fija los límites entre la verdad y el error, dictamina inapelablemente entre lo divino y lo humano, sobre lo que la periferia puede aceptar o rechazar en materia política, económica, científica, filosófica, histórica, sociológica, antropológica, psicológica, legal, literaria, artística, industrial, comercial, bancaria, financiera, arquitectónica, gastronómica, deportiva”.
Por su parte, la segunda estructura, la Beta, es horizontal y tiene forma de red. En la organización reticular cada elemento sostiene al otro, y entre todos se forma la sólida estructura capaz de soportar fuerzas externas. La clave es la solidaridad de los elementos componentes. En la estructuras Beta se advierte la ausencia de centros y de periferias (los que emiten y reciben órdenes), conformándose “núcleos de acción” o “nodos” vinculados directa o indirectamente entre sí. Al entrar en actividad cualquiera de ellos, los demás comienzan a hacerlo también en su mayor parte.
La organización reticular no puede funcionar sin un conjunto de reglas que fijan su comportamiento, ya que todo elemento que no satisfaga esos requisitos no puede ingresar a la red. De este modo la estructura reticular (inmunológica, ganglionar, neurológica, etc.) puede reconocer y distinguir los cuerpos extraños que se le acercan, comparándolos con su propio comportamiento3.
Naturalmente el sistema mutualista se representa en la estructura Beta, por su conformación reticular y por los mecanismos subyacentes que dirige la estructura establecida. De hecho antes que de derecho, en todas las experiencias iniciales con resultados más que satisfactorios, el régimen legal que sucede a las primeras experiencias, las reúne y asigna valor jurídico. Veamos a continuación cómo comienza el mutualismo.
Las formas actuales de mutualismo han sido dadas por el humanismo en el periodo renacentista a partir del Siglo XV. El Humanismo Renacentista es el nombre de un sistema de pensamiento, una corriente filosófica que difunde obras clásicas griegas recuperadas por gobernantes florentinos4, que centra su estudio en el hombre y sus potencialidades5 “para grandeza de Dios, para algunos, y para grandeza del mismo hombre, para otros (Arella, Felipe Rodolfo, 2011)”.
Entonces, el hombre es el centro de interés cotidiano y el Humanismo Cristiano el camino para la trascendencia humana; sucede entre los siglos XV y XVII renovando el pensamiento occidental y rescatando del olvido las filosofías grecolatinas que habían sido silenciadas durante siglos. Así, el hombre signado fuertemente por el aspecto religioso confluye en el humanismo por dos procesos históricos-teológicos concomitantes6, pues:
a. La antigüedad grecolatina tenía una relación cotidiana con los dioses, que eran muchos y le ayudaban en todos sus quehaceres diarios: el amor y la guerra; el trabajo y la contemplación. Ellos eran reflejo de sus dioses y sus dioses eran iguales a ellos. Es lo que se conoce como paganismo;
b. El proceso evolutivo del pensamiento judío hacia el reconocimiento de un solo Dios universal que desembocó en el cristianismo y en la cultura judeocristiana, desvinculó las acciones de los hombres de los designios de Dios porque él los creó, y al mismo tiempo, los liberó dándoles el libre albedrío: es decir, la responsabilidad (Arella Felipe, 2009).
A partir del Siglo XV, se constituye bajo ciertos ideales religiosos la “mentalidad económica”, un “ethos económico” proveniente del protestantismo7, que da lugar al capitalismo incipiente como forma dominante de las relaciones económicas sociales. Religión y economía son entonces, elementos indisolubles en el origen del capitalismo incipiente, configurando a su vez las variantes políticas sobrevinientes8. Allí dentro reside, coexistiendo con otros sistemas, el sistema mutual moderno, con elementos sólidos de esa genética.
En este sentido, el mutualismo ligado a las prácticas religiosas de los diferentes pueblos tuvo en su origen, como objetivo principal, la asistencia al enfermo, las honras fúnebres y entierro de sus muertos9,y la asistencia a las viudas10 y sus hijos pequeños como una práctica de la caridad11 hacia los necesitados. El factor económico cuyo vínculo con la religión se establece por “la caridad” elevada al rango de virtud teologal por los cristianos, se hace presente en el desarrollo del mutualismo hasta mediados del Siglo XIX, época en que otras motivaciones no religiosas, sino humanas y materialistas, concurren en la organización del mutualismo moderno tornando relevante el elemento económico aunque crecientemente laico. Todas esas nuevas postulaciones ideológicas avanzaron, en mayor o menor medida, sobre la libre determinación de los hombres de organizarse solidariamente para atender sus necesidades y previsión.
El mutualismo tradicional, ese que encontramos en la antigüedad y que llegó hasta principios del Siglo XX estaba cargado de mística religiosa; era un mutualismo trascendente que por medio de sus organizaciones de autogestión mutual atendía necesidades económicas y espirituales. Por el contrario, en la actualidad, las soluciones que podrían provenir del mutualismo la concentra (en escasas oportunidades eficazmente) la asistencia estatal sin oponerse a las mutuales.
1. La organización se produce a sí misma. Lo distintivo se centra en la organización y en que no se trata de una creación cuantitativa sino cualitativa.
2. Mauricio Prelooker. Un presente esperanzado para la Argentina y el Mundo. Grupo editor del Encuentro. 1ra edición 2005.
3. Refiere Mauricio Prelooker en su obra que “los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela abandonaron el principio de selección natural de los más aptos porque presentaba escasos puntos de contacto con la realidad de los seres vivos y la forma en que evolucionan. Utilizaron el criterio de la deriva natural, que implica la búsqueda de soluciones viables y aceptables, aunque no sean óptimas desde una posición estrictamente racionalista. Evolución, entonces, significa capacidad de los organismos para adaptarse de forma creativa a los ámbitos en los cuales se desenvuelven, a partir de su propia identidad”.
4. Lorenzo de Medici, gobernante y principal impulsor del humanismo en la República de Florencia. Mecenas de la recopilación y traducción del pensamiento griego.
5. El siglo XV y XVI constituye un punto de inflexión en el devenir de la civilización occidental, pues sobresale la hegemonía cultural y militar de la España Católica, las corrientes reformistas o cisma protestante muy vinculado con el humanismo, y el avance de la ciencia y la técnica que origina la transición penosa para muchos hombres desde la vida rural bajo la gleba feudal al taller de la ciudad; muy lejos de la “Ciudad de Dios” de San Agustín, se va imponiendo un derecho y una administración que dota de racionalidad a los procesos jurídicos económicos de un capitalismo liberal, en detrimento del modelo social hegemonizado por la Iglesia Católica que concentraba en los monasterios las prácticas protomutualistas.
6. Mutualismo y educación. Arella, Felipe Rodolfo - Letra Asociativa- 1ra. ed. 2011.
7. La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo- Max Weber- Ed. Prometeo Libros- 2003. Resalta la predestinación como elemento que justifica los extremos de inclusión y exclusión.
8. Del Humanismo y el Renacimiento emergen el iluminismo, el liberalismo, el capitalismo, el socialismo, el comunismo, la doctrina social de la Iglesia y la asistencia social del Estado.
9. Algo hay que hacer con el enfermo: curarlos o alojarlos en algún lugar hasta que se mejoren o mueran. Y también con los muertos hay que hacer algo además de los rituales religiosos: enterrarlos o cremarlos. Este es el origen práctico de las mutuales.
10. El pensamiento de la época contempla al hombre trabajador y carente de seguridad social.
11. La caridad como virtud teologal, se instrumenta eficientemente con acciones mutualistas. Los socorros mutuos son un claro ejemplo de caridad aplicada.
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