La elección del nuevo Papa no solo renueva el liderazgo espiritual de más de mil millones de personas, sino que también reabre el análisis sobre cómo se administra una de las estructuras institucionales más antiguas, singulares e influyentes del planeta: el Vaticano. Más allá de los símbolos, los rituales y la fe, existe un Estado con presupuesto, inversiones, personal, reglas fiscales y desafíos económicos. En esta nota, repasamos las fuentes de ingreso de la Santa Sede, las particularidades del país más pequeño del mundo y la arista financiera del poder espiritual.

La elección del Papa León XIV no solo volvió a poner a la Iglesia Católica en el centro de la escena, sino que también dirigió la atención del mundo sobre la Ciudad del Vaticano, un Estado sin comparación: con apenas 44 hectáreas y cerca de 800 habitantes, sostiene una estructura económica y administrativa digna de una organización de alcance global, con varias particularidades.

El país más pequeño del mundo no tiene ciudadanos permanentes, pero mantiene relaciones diplomáticas con el mundo entero; no persigue el desarrollo económico como nación, pero gestiona un presupuesto, un banco, inversiones y bienes culturales invaluables; y no recauda impuestos como un Estado tradicional, pero regula fondos globales.

Para comprender su funcionamiento financiero, es necesario conocer las fuentes que nutren su economía, las cuales combinan ingresos religiosos, patrimoniales y comerciales.

 

La riqueza del Vaticano

A diferencia de los Estados Nacionales, el Vaticano no tiene un Producto Bruto Interno (PBI) en sentido estricto. Su estructura no se basa en la producción de bienes y servicios para el mercado, sino en la administración de recursos destinados a su misión espiritual y pastoral. Sin embargo, es posible estimar su riqueza patrimonial y financiera, lo que ofrece una dimensión económica concreta.

Vista aérea de la Plaza San Pedro, en el corazón del Vaticano, sede espiritual, diplomática y administrativa de la Iglesia Católica.
  • Activos financieros 

Dentro de este universo, el Vaticano controla inversiones gestionadas por el Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco del Vaticano. Este organismo gestiona fondos de instituciones religiosas y obras de caridad, y si bien no opera como un banco comercial, cumple una función vital en la administración de los recursos eclesiásticos globales. 

Estos activos (principalmente bonos y acciones) ascienden a unos 1.600 millones de euros según informes oficiales, y si bien estos fondos no pertenecen directamente al Vaticano como institución, son administrados en nombre de congregaciones, diócesis y fundaciones de todo el mundo.

El Vaticano controla inversiones gestionadas por el Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco del Vaticano.
  • Propiedades inmobiliarias

La Santa Sede posee más de 5.000 inmuebles, alrededor de 4.000 de ellos ubicados en Italia, y cerca de 1.100 propiedades en otras ciudades europeas como Londres, París y Ginebra, sin contar sus embajadas a lo largo del mundo. Algunas son utilizadas con fines institucionales, otras están alquiladas, y muchas de ellas fueron legadas o donadas a lo largo de los siglos. Estimaciones recientes indican que su valor de mercado puede alcanzar los mil millones de euros.

En 2023, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), la oficina que gestiona los bienes muebles e inmuebles de la Santa Sede, reportó ingresos por 73,6 millones de euros en el área inmobiliaria, con un superávit de 35 millones de euros, lo que refleja la importancia de este sector en las finanzas vaticanas.

Aunque no puede contabilizarse como activo financiero, la Capilla Sixtina representa uno de los pilares simbólicos, turísticos y diplomáticos de la economía vaticana, sede de cada cónclave donde se elige nuevo Papa.
  • Patrimonio artístico y cultural 

Esta es la parte más impresionante —y más difícil de cuantificar— del valor del Vaticano. Obras como la Capilla Sixtina, la Basílica de San Pedro o los frescos de Rafael tienen un valor simbólico y cultural incalculable. Si bien no están a la venta ni pueden considerarse “activos” en el sentido contable, representan un recurso clave tanto para el turismo como para el prestigio y la diplomacia vaticana. Por caso, se estima que alrededor de 25.000 personas por día visitan la Capilla Sixtina, sumando 5 millones de turistas por año, generando ingresos estables a través de entradas, visitas guiadas y productos oficiales.

Otro ingreso palpable para las arcas de la Santa Sede es el Óbolo de San Pedro, una colecta anual que realizan los fieles católicos de todo el mundo como expresión de apoyo al Papa en su misión pastoral y caritativa. En 2023, el Óbolo recaudó 52 millones de euros, de los cuales 48,4 millones provinieron de donaciones directas y 3,6 millones de ingresos financieros.

En la arena internacional, quien representa jurídicamente al Vaticano no es el Estado en sí, sino la Santa Sede.

El poder espiritual

El Vaticano fue concebido como Estado soberano en 1929 mediante los Pactos de Letrán firmados con Italia para garantizar la independencia del Papa y de la Iglesia Católica frente a cualquier poder político.

En la arena internacional, quien representa jurídicamente al Vaticano no es el Estado en sí, sino la Santa Sede. Esta entidad es la que firma tratados, mantiene relaciones diplomáticas (con más de 180 países) y tiene voz en organismos multilaterales como la ONU.

A diferencia de otros microestados como Mónaco, San Marino o Liechtenstein, el Vaticano no tiene una ciudadanía permanente, sino que esta se otorga únicamente por funciones específicas —como miembros de la Curia, de la Guardia Suiza o diplomáticos— y se pierde al cesar en el cargo; incluso si una persona naciera en el Vaticano (aunque allí no hay hospitales ni maternidades), no recibiría automáticamente dicha ciudadanía, que reviste de una condición funcional y temporal.

Mientras que el Estado de la Ciudad del Vaticano fue creado para asegurar la autonomía territorial del Papa y se ocupa de los asuntos administrativos como la Gobernación (servicios públicos, obras, infraestructura y seguridad), la Gendarmería y la Guardia Suiza (cuerpo militar ceremonial y de protección papal), la Santa Sede es el órgano de gobierno central de la Iglesia Católica y la verdadera autoridad del Vaticano en la escena internacional. 

Desafíos financieros actuales y perspectivas a futuro

Aunque se estima que el Vaticano dispone de entre 4.000 y 5.000 millones de euros en activos patrimoniales y financieros, esto no implica una liquidez abundante. Es más: la Santa Sede ha registrado déficits presupuestarios en varios de los últimos años, con gastos crecientes en seguridad, restauración, personal y servicios sociales.

En 2023, los gastos alcanzaron los 495,4 millones de euros, mientras que los ingresos fueron de 483,7 millones, resultando en un déficit de 83,5 millones de euros. Este desequilibrio financiero ha llevado al Papa Francisco a implementar medidas como la reducción de salarios de cardenales y la creación de una "Comisión de Donaciones para la Santa Sede", para fomentar las contribuciones y combatir el creciente déficit financiero. 

Además, el fondo de pensiones del Vaticano es otro peso pesado en las arcas católicas: a finales de ese mismo año, el fondo contaba con un pasivo neto de 103,8 millones de euros, frente a los 98,7 millones del año anterior, lo que refleja un creciente desafío para la sostenibilidad financiera. 

En este contexto, el Vaticano podría verse obligado a considerar la venta de activos o la reducción de su presencia diplomática y obras caritativas para equilibrar sus finanzas, medidas que, aunque necesarias, podrían tener implicaciones a largo plazo para la misión y las operaciones de la Santa Sede.


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