Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
El tercer domingo de junio se celebra el Día del Padre, y en esta nota, queremos homenajear a padres e hijos matriculados en nuestra institución. Para eso, los Dres. Gustavo y Agustín Surace y los Dres. Martín, Nicolás y Agustín Garobbio comparten con Repro Digital cómo se vive la profesión en familia. Entre diferencias generacionales, juras compartidas y recuerdos del estudio contable, lo que se transmite va más allá del conocimiento técnico cuando el colega es tu papá.
Desde que nacen, los hijos copian, heredan o repiten —a veces de forma consciente, otras no tanto— gestos, gustos, intereses, pasatiempos… incluso una profesión. En esta nota, conocemos la historia de las familias Surace y Garobbio, donde padres e hijos eligieron el mismo camino: las ciencias económicas y la matrícula en nuestro Consejo Profesional.
Compartir la profesión con tu papá o con tu hijo no es algo que se planea. Y cuando pasa, hay códigos, anécdotas y miradas que solo se entienden puertas adentro; no es solo hablar el mismo idioma técnico, sino también entender los tiempos, los desafíos y hasta los silencios del otro.
“Para mí fue una satisfacción muy grande cuando me dijo que quería seguir la carrera”. Quien habla es el Dr. Gustavo Surace, Contador Público (Tomo 119, Folio 86, CPCEPBA), al recordar el momento en que su hijo Agustín (Tomo 185, Folio 188), eligió continuar con el legado contable familiar.
“Ya desde chico le gustaban las hojas, las facturas, jugaba a comprar y vender. Todo el giro comercial lo tenía incorporado. Y en casa hablábamos de clientes, de problemas, cómo resolverlos. Eso influye, aunque nunca hubo presión”, afirma Gustavo, al tiempo que agrega entre risas: “Me acuerdo cuando era chico y jugaba a ser socio de la madre. No decía ‘soy tu hijo’, decía ‘soy tu socio’. Lo tenía claro desde siempre”.
Agustín lo vive con la naturalidad de tener una familia ligada a la profesión. Su madre, la Dra. Rossana Mussuto, también es Contadora Pública (Tomo 119, Folio 87) y Licenciada en Administración (Tomo 4, Folio 139). “Siempre me gustó. De chico salía del colegio y me iba directo a la oficina, ya ordenaba papeles, pasaba facturas. No es que me pesara, al contrario: quería estar ahí. Me encantaba ver cómo era la profesión. Es como que uno ya nace con eso, lo lleva en los genes. Cuando terminé el colegio y empecé la facultad, ya me era todo muy familiar. Iba con ventaja”, asegura el profesional de la Delegación Avellaneda; no podía hablarse de sorpresa.
En cuanto a sus trayectorias, allí aparece una primera diferencia entre las dos generaciones. “Papá siempre trabajó en relación de dependencia, en AFIP y ARCA, hace más de 35 años. Mi mamá también empezó así, pero cuando yo nací se volcó a ser profesional independiente y armó su estudio, que ya tiene más de 30 años. Yo, por mi parte, siempre preferí lo independiente, me gusta estar en la calle, tener contacto con los clientes. Desde que me recibí, eso se intensificó”, sostiene Agustín.
Y a aunque comparten apellido y profesión, remarca que “cada uno tiene su perfil”. “Papá siempre estuvo del lado de organismos públicos. Mamá en el estudio lleva más lo previsional. A mí siempre me gustó más lo financiero y lo impositivo, el acompañamiento a empresas, pensar cómo mejorar el rendimiento financiero. Por eso nos complementamos bien”, afirma el colega, destacando la integración de las distintas aristas de la contabilidad.
Desde ya, trabajar en familia tiene lo suyo. “A veces es fácil, a veces difícil. Lo bueno es la confianza, que no es lo mismo que con un socio externo. Pero separar el trabajo de lo personal puede costar. Prácticamente nos vemos todos los días. Aunque vivamos separados, como trabajamos juntos, siempre estamos en contacto”, concluye Agustín, haciendo un equilibrio entre herencia, vocación y el deseo de dejar su propia marca en la profesión.
En marzo de 2005, Gustavo se incorporó a la matrícula de nuestro Consejo. 20 años después, fue él quien se encargó de tomarle juramento a su hijo. “Fue un momento muy especial. Griselda, Secretaria Técnica de Avellaneda, me llamó para decirme que existía la posibilidad. Me emocioné muchísimo. Quería que fuera sorpresa, pero como viajamos todos juntos, algo se sospechaba”, relata el contador. Por su parte, Agustín lo definió como una experiencia “emocionante”. “Yo no sabía que eso se podía hacer. Lo viví con mucha alegría”.
-Su empuje. Siempre trata de agrandar el estudio, de mejorar. Es muy incansable. Y eso suma un montón. Yo estoy más en segundo plano, pero disfruto compartir este momento, incluso cuando trabajamos en casa, que lo hacemos de forma distendida.
-Yo le admiro mucho la paciencia. Me gustaría tener más. A veces tengo la mecha más corta, me saco fácil. Tanto mi papá como mi mamá son más tranquilos. Me enseñaron todo, y siempre les voy a estar agradecido por el espacio que me dieron desde chico.
“Para mí, mi viejo es lo más grande. Es un orgullo compartir esta profesión con él”, finaliza Agustín, con la certeza de que hay cosas que no se enseñan: se transmiten.
El Dr. Martín Garobbio, Contador Público (Tomo 66, Folio 55, CPCEPBA) tiene 4 hijos. Dos de ellos, Nicolás primero (Tomo 148, Folio 210) y Agustín después (Tomo 185, Folio 164) decidieron seguir sus pasos en la profesión.
“Es un placer y una satisfacción que mis hijos hayan elegido la misma profesión, que han tenido la libertad de hacerlo. Y compartir el camino, más lindo todavía”, afirma Martín en diálogo con RePro Digital.
“Desde el lado familiar, tenemos un vínculo muy unido. Y desde lo profesional, es trabajar con gente de la mayor confianza. ¿Es posible tener a alguien de más confianza que mi viejo o mi hermano?”, se pregunta Nicolás.
Para Agustín, el rol de su papá fue clave: “Toda la experiencia que nos fue transmitiendo nuestro viejo es importante para nosotros, la forma de trabajar que nos fue inculcando, las responsabilidades. Es muy lindo poder compartir esto entre los tres”.
Martín siempre quiso que sus hijos estudien, sin presiones sobre qué carrera seguir. “Siempre les inculqué a los cuatro, mientras estaban en el secundario, que tenían que estudiar lo que quisieran, pero había que estudiar para pelear la vida. Con Nicolás sí tenía idea de su inclinación a esta profesión. Con Agustín fue una sorpresa, porque lo mantuvo oculto hasta el día que vino y dijo: ‘Pa, me voy a anotar en la Facultad de Ciencias Económicas’. Así que me sorprendió gratamente, proyecté hacia adelante que iba a ser otro integrante del estudio”.
Para Nicolás, nunca hubo una segunda opción. “No tenía otra cosa que me interesara más. Y que mi viejo tenga el estudio propio me dio una puerta de entrada. Empecé a trabajar con él en el estudio antes de empezar la facultad, por un tema de que se había ido justo un empleado”.
Agustín, entre varios intereses, decidió ir por aquello que conocía de primera mano. “A mí siempre me gustaron los números. Pero la verdad que no tenía tan claro si iba a estudiar esto u otra cosa. También me gustaba el periodismo deportivo, pero el hecho de que mi viejo ya tenga la estructura armada y ver a mi hermano también trabajando acá era como un impulso a seguir esta carrera”.
La confianza de trabajar en familia y el buen vínculo entre los integrantes hacen que lo cotidiano fluya con naturalidad, incluso en un entorno exigente como el profesional. “Por suerte, tenemos una muy buena relación familiar y eso facilita mucho el trabajo. Nos complementamos bien también acá en la oficina. Si fuera una relación conflictiva, encima llevada el trabajo, con las presiones que uno tiene en nuestra labor, sería difícil”, comenta con atino Nicolás.
“Mi viejo siempre fue muy abierto con nosotros, en transmitirnos la forma de trabajar y todo lo que es el estudio. Eso creo también nos ayuda en el día a día. Y nos permite complementarnos y trabajar en conjunto, que es lo más importante”, agrega Agustín, convencido de que cuando hay confianza y claridad, el trabajo en equipo se vuelve más simple.
Más allá del vínculo familiar, Martín pone el foco en algo que considera clave: la ética y los valores. “Uno trata de transmitir principios y valores respecto a lo que es la vida, pero en la profesión hay que aplicar lo mismo. Al cliente hay que atenderlo bien, sea de la envergadura que sea. Y si uno comete un error, que no está exento, hay que plantearlo de manera frontal y buscarle la mejor solución. Nunca esconderlo”, afirma el mayor de los Garobbio.
“Tengo la satisfacción enorme de que, las veces que hemos cometido algún tropiezo, siempre buscamos la mejor salida para el cliente. Peleo contra viento y marea para que los principios éticos, profesionales y de vida se mantengan. Y gracias a Dios, se han hecho carne en cada uno de mis hijos”, relata emocionado el profesional.
Martín se sumó a nuestra institución en 1986, y Nicolás, con apenas dos meses de vida, formó parte del acto acompañando a su padre. En 2012, ya como Presidente del Honorable Tribunal de Ética, fue él quien le tomó juramento a su hijo.
La historia volvería a repetirse a inicios de 2025, cuando Agustín se matriculó en nuestro Consejo. “La satisfacción de entregar el título es algo que no se puede transmitir. Es una vivencia única, un placer, un disfrute enorme entregarle a mi hijo el diploma habilitante para ejercer la profesión en la provincia de Buenos Aires”.
Para Nicolás, aquel momento dejó una marca. “Es un recuerdo muy lindo, por todo lo que implica compartir la profesión. Si bien pasaron ya muchos años, son cosas que pasan una vez en la vida”.
Agustín acota en la misma línea: “Ya de por sí la jura es un lindo momento y que el diploma te lo entregue tu viejo, más todavía. Le da un plus que va a ser un recuerdo para toda la vida”.
Las generaciones conviven, se complementan y, como es natural, también marcan sus propios matices.
“Yo creo que uno marca la impronta, baja línea de principios y en esto vamos por el mismo camino. No sé si tenemos tantas diferencias, tal vez lo que nos separa un poco es la tecnología, que ellos manejan mucho mejor. No me siento negado, pero claramente no tengo la facilidad y el conocimiento que tienen ellos, en especial a partir de la pandemia, que nos obligó a trabajar a distancia”.
Para Nicolás, las similitudes en la forma de trabajo son muchas, pero hay diferencias marcadas en el estilo. “Tenemos formas de trabajar similares, justamente porque empecé trabajando con él y aprendí su manera. Quizás la diferencia está en el trato con los clientes. Mi viejo es más de la vieja escuela: iba religiosamente a visitarlos. Hoy, con la vorágine del trabajo y las herramientas digitales, estamos en contacto permanente, pero muchas veces sin necesidad de ir: con una videollamada o un WhatsApp se resuelve”, sostiene el colega, en un tema de debate casi permanente en el estudio Garobbio. “Siempre tengo grandes charlas con ellos sobre la importancia de generar empatía con el cliente. Hay que ir a acariciarlo cada tanto”, remarca Martín entre risas.
Conociendo la idiosincrasia del estudio desde adentro, Agustín indica que “al haber trabajado desde chico con él, y siendo el único lugar donde trabajé, mamé todo lo que te va enseñando y su forma de trabajar. En ese sentido, somos bastante parecidos los tres. Cada uno con su personalidad y su forma de hacer las cosas, pero dentro del esquema general, compartimos mucho.”
Más allá del trabajo y el día a día compartido, entre los tres hay una admiración genuina. Martín no duda al responder qué valora en sus hijos: “La cualidad de ellos es la bondad. Está mal que lo diga porque son mis hijos, pero tienen una bondad única. No es que yo no la tenga, pero soy más estricto con algunas cosas, más rígido respecto al blanco o al negro. A veces me cuesta reconocer el gris. Ellos son un poco más flexibles, y eso es mucho mejor”
Nicolás también encuentra algo que le gustaría tener de su padre: “Tiene una personalidad mucho más fuerte que la mía, y eso en algunas situaciones laborales es clave. Para enfrentar ciertas diferencias con clientes, con firmeza pero con respeto. Me gustaría tener un poco más de ese carácter para algunas situaciones”, afirma el contador; una frase que representa al 100% el pensamiento del menor de los hermanos, quien valora “esa personalidad de ir al frente, de hacerse cargo, de resolver, que es algo muy destacable de él”.