Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
La inteligencia artificial, el blockchain y la gran cantidad de datos que circulan en el ecosistema digital están transformando el rol del auditor y desafiando los marcos jurídicos tradicionales. Es que la aparición de agentes autónomos exige nuevas formas de control y responsabilidad, como la Personalidad Jurídica Electrónica, en un escenario que plantea retos técnicos, éticos y normativos que impactan directamente en la labor de los profesionales de ciencias económicas.
En un contexto de innovación donde convergen la datología, blockchain, inteligencia artificial (IA) y la Personalidad Jurídica Electrónica (PJE), la auditabilidad como elemento unificador se torna crucial para la confianza en este nuevo paradigma. Justamente, son los auditores los que tienen la "responsabilidad de generar confianza en esta nueva realidad". La infraestructura que ofrece blockchain para la auditoría y el marco de responsabilidad (accountability) que busca establecer la PJE son fundamentales para lograr dicha auditabilidad.
Blockchain proporciona una infraestructura segura, transparente e inmutable que permite registrar y verificar los datos y las acciones de los agentes digitales, lo cual es inherentemente auditable. A medida que los agentes de IA (que operan con estos datos) se vuelven más autónomos, la Personalidad Jurídica Electrónica busca establecer un marco para su responsabilidad y rendición de cuentas (accountability) por los actos que realizan.
La combinación de datos registrados de forma segura en blockchain y un marco de responsabilidad para los agentes digitales a través de la PJE permiten una auditabilidad efectiva. Esto, a su vez, es esencial para generar la confianza necesaria en los sistemas digitales y las interacciones mediadas por IA.
Por lo tanto, blockchain actúa como la tecnología habilitadora que, al asegurar la integridad y trazabilidad de los datos, facilita la auditabilidad de los agentes digitales, cuya responsabilidad y rendición de cuentas podrían enmarcarse bajo una futura Personalidad Jurídica Electrónica. Todo esto contribuye a la generación de confianza en un ecosistema digital cada vez más complejo y automatizado.
El acelerado desarrollo de la inteligencia artificial (IA) está generando entidades digitales con capacidades que trascienden el paradigma tradicional de las herramientas informáticas. Los denominados agentes digitales están evolucionando hacia sistemas con grados de autonomía decisional sin precedentes, lo que plantea interrogantes fundamentales para la doctrina jurídica contemporánea.
La creciente sofisticación de estos agentes, caracterizados por su capacidad de aprendizaje, adaptación y toma de decisiones cada vez con menor intervención humana, desafía las categorías jurídicas establecidas y exige una reconsideración de los marcos normativos vigentes.
Los agentes digitales de IA constituyen sistemas computacionales capaces de percibir su entorno mediante sensores o interfaces digitales, procesar dicha información y actuar consecuentemente para alcanzar objetivos específicos con un grado variable de autonomía. Desde una perspectiva jurídica, podría pensarse que estos agentes actúan como entidades digitales con capacidad para realizar actos con relevancia jurídica sin mediación humana directa en cada operación concreta.
La trayectoria evolutiva de los agentes digitales apunta hacia una progresiva sofisticación caracterizada por:
Esta evolución plantea una disrupción en el ordenamiento jurídico al introducir entidades que pueden realizar actos jurídicamente relevantes sin cumplir los requisitos tradicionales de personalidad y capacidad jurídica. Aquí, la doctrina se encuentra ante un vacío conceptual donde las categorías de "objeto" y "sujeto" resultan insuficientes para caracterizar adecuadamente a estos agentes.
El ordenamiento jurídico contemporáneo reconoce dos categorías fundamentales de sujetos de derecho:
Este binomio, consolidado durante años de evolución jurídica, presupone características incompatibles con la naturaleza de los agentes digitales: corporeidad biológica (personas físicas) o colectividad humana subyacente (personas jurídicas).
Los agentes digitales avanzados presentan características que los diferencian tanto de las personas físicas como de las jurídicas:
Esta realidad emergente evidencia las limitaciones del paradigma bipartito tradicional y plantea la necesidad de explorar nuevas categorías jurídicas.
La Personalidad Jurídica Electrónica (PJE) emerge como una categoría sui generis adaptada a las particularidades de los agentes digitales autónomos. Esta innovadora construcción jurídica busca:
La atribución de Personalidad Jurídica Electrónica transformaría el régimen de responsabilidad aplicable a los actos realizados por agentes digitales. Este nuevo paradigma podría permitir:
El reconocimiento de una PJE representa una innovación jurídica que aparece ante la autonomía creciente de los agentes digitales. Esta nueva categoría no constituye una mera extensión de las personalidades existentes, sino una adaptación del Derecho a realidades tecnológicas sin precedentes.
En dicho caso, los ordenamientos jurídicos avanzados deberán desarrollar un marco normativo específico que, reconociendo la singularidad de los agentes digitales, establezca garantías adecuadas para preservar la seguridad jurídica y la protección de derechos fundamentales en un entorno crecientemente automatizado.
La PJE emerge así no como una concesión antropomórfica, sino como un instrumento técnico-jurídico para regular eficazmente un fenómeno tecnológico que redefine las fronteras tradicionales entre sujeto y objeto de derecho.
En el contexto de la Firma Digital, la Inteligencia Artificial (IA), blockchain y la evolución en la gestión de datos y conceptos como la Personalidad Jurídica Electrónica, los profesionales en ciencias económicas enfrentan varios desafíos significativos, a saber:
Estos desafíos implican una reconfiguración importante del perfil profesional en ciencias económicas, orientándolo hacia una mayor adaptabilidad, una sólida comprensión tecnológica y una capacidad acentuada para generar valor en un ecosistema digital en constante evolución. El comienzo de un viaje, navegando tendencias y modelos de control, donde la brújula orientada a riesgos, permita anticipar el futuro con herramientas para nuevos retos de la auditabilidad.
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