Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
El segundo semestre encuentra a los mercados locales navegando una etapa de alta volatilidad, marcada por el desarme de las LEFI, expectativas inflacionarias en baja y un clima político condicionado por la proximidad de las elecciones legislativas. En este contexto, repasamos el comportamiento de los principales instrumentos financieros —LECAPs, bonos CER, deuda soberana en dólares y obligaciones negociables— y compartimos algunas estrategias sugeridas según cada perfil inversor, priorizando cobertura, diversificación y tasas reales positivas.
El segundo semestre del año encuentra a los mercados locales navegando un entorno complejo, marcado por alta volatilidad, redefiniciones tácticas por parte del equipo económico y un creciente componente político de cara a las elecciones legislativas de octubre. A continuación, presentamos un repaso por las principales dinámicas de las últimas semanas y algunas estrategias posibles para los diferentes perfiles de inversores.
La gran disrupción de julio fue el desarme abrupto de las LEFI —instrumentos del BCRA que funcionaban como ancla de corto plazo para el mercado monetario—. Su eliminación, a contramano de lo que había sido la salida del cepo en abril, que fue sobrellevada sin mayores sobresaltos, dejó un exceso de liquidez que precipitó una altísima volatilidad de tasas y alimentó la tensión cambiaria.
Para estabilizar la situación, el Gobierno respondió con una combinación de medidas: una licitación fuera de cronograma con LECAPs de corto plazo (a tasas superiores al 3% mensual efectivo) y el retorno del BCRA al mercado de pases, ofreciendo tasas de hasta 36% TNA.
A pesar de que el BCRA se habría retirado del mercado tras la subasta, la curva en pesos sigue operando con tasas reales positivas y muestra niveles que plantea interrogantes sobre la dinámica futura. En este contexto, los rendimientos del mercado secundario de tasa fija y de los bonos que ajustan por inflación escalaron a niveles que reflejan tasas reales en pesos superiores al 15%, mientras que las tasas cortas de la curva de LECAPs llegaron a superar el 60%.
Frente a esta coyuntura nos preguntamos, ¿cómo reordenamos nuestras carteras según cada asset class?
El dato de inflación de junio sorprendió con un 1,6% mensual, pero la reciente dinámica del dólar y de las tasas presionó las breakeven de inflación hacia la zona del 2%. Por un lado, los títulos que ajustan por inflación (CER) de corto plazo siguen rindiendo por encima del 12% real anual.
Creemos que los bonos con vencimiento en 2025/2026, e incluso los de plazos más largos, pueden seguir ofreciendo valor en un escenario de inflación moderadamente descendente, especialmente si se busca cobertura ante posibles sorpresas macroeconómicas.
Adicionalmente, si comenzamos a ver una convergencia del riesgo país una vez pasado el ruido electoral, las tasas de los bonos de mayor duración también deberían seguir esta dinámica. Respecto de la tasa fija, dada la dinámica reciente, para el manejo de liquidez de corto plazo puede tener sentido rollear LECAPs cortas, si no se quiere asumir riesgo duration en pesos.
Luego de un increíble 2024 con rendimientos superando el 100% de retorno, durante el último semestre los bonos soberanos en dólares (los globales) enfrentaron cierta presión. Julio no fue la excepción, y los bonos en dólares soberanos continuaron ofertados, sobre todo luego del pago de cupón y amortizaciones del 9 de enero en donde el Tesoro desembolsó US$4.200 millones.
La incertidumbre política local —leyes clave en el Congreso y reorganización de alianzas provinciales— se combinó con un entorno global menos benigno. La reciente mejora en la calificación de Moody’s y las compras del Tesoro en el MULC ayudaron a estabilizar los precios, pero el mercado sigue esperando señales más firmes en lo político y en lo que respecta a la acumulación de reservas.
Este último punto es clave si entendemos que el Estado argentino tiene aún los mercados internacionales de deuda virtualmente cerrados a estos niveles de tasas (la TEAs de los bonos soberanos continúan lateralizando en el entorno de 12% hace un tiempo), por lo que, en este contexto, las obligaciones deben ser afrontadas directamente con dólares cash.
Aun así, de mediano-largo plazo, existen oportunidades en la curva soberana para perfiles moderados/agresivos sujeto a que el Gobierno obtenga un buen resultado en las urnas. En este marco, instrumentos de tramo largo, como el GD35, podrían beneficiarse si se retoman las reformas y el riesgo país continúa bajando. No obstante, la curva seguirá expuesta a posibles shocks políticos. Por eso, en el corto plazo, sumar exposición a bonos soberanos de menor duración, como el AL30, o incluso a instrumentos más defensivos como los BOPREAL Serie 1B o 1C, puede ayudar a reducir la volatilidad de la cartera sin resignar demasiado rendimiento.
Ventana de oportunidad para los que quieran diversificar riesgo. Uno de los hechos más destacables del año fue la reapertura del mercado internacional para un emisor provincial. Primero en 2024, el puntapié lo habían dado las ONs corporativas, luego Córdoba —que colocó USD 725 millones al 9,75%— marcando el regreso del crédito externo a jurisdicciones sub-soberanas. El apetito por estos instrumentos muestra que, con estructuras defensivas y cupones atractivos, sigue habiendo espacio para emisiones en el actual entorno de tasas globales.
Para inversores con un perfil más agresivo o institucional, los créditos provinciales con buena reputación fiscal y vencimientos concentrados a partir de 2027/2028 presentan diferenciales interesantes respecto al soberano, como es el Mendoza 29 (PMM29, TIR 9%) o Córdoba 32 (PDCAR32, TIR 9,5%).
Obligaciones negociables hard-dollar con calificación triple A (sectores ligados a energía, agroindustria y bancario) se consolidan como una herramienta de diversificación, en particular en carteras que busquen defender mantener el capital. Sin embargo, el aumento en la cantidad de incumplimientos de empresas (Albanesi, Celulosa, Los Grobo, Agrofina, Aconcagua, entre otras) vuelve menester mantener un mayor control sobre la posición de ONs. Nos gustan YPF 2034, Telecom 2033, YPF Luz 2032, PCR 2031 y Vista 2033. A su vez, el inversor debe estar atento a las próximas licitaciones de buenos créditos que vienen cortando en TIR anual de entre 8% y 9%.
De cara a los próximos meses, el desempeño de los activos locales dependerá de tres factores centrales:
1. La estabilidad cambiaria y la acumulación de reservas: el spot continúa moviéndose con firmeza, y el interés abierto en futuros ha crecido significativamente, sugiriendo intervención oficial para moderar la volatilidad. El éxito del esquema monetario-cambiario dependerá de la capacidad del Gobierno para acumular reservas sin sumar presión adicional sobre el dólar;
2. La dinámica política: con las elecciones legislativas acercándose, el humor del mercado estará especialmente sensible a encuestas, cierres de listas y señales de apoyo al oficialismo. Un fortalecimiento del oficialismo podría facilitar el avance de reformas pendientes y mejorar la percepción de sustentabilidad del programa económico;
3. El desenlace de la dinámica de tasas: la curva en pesos transita una fase de redefinición tras el shock provocado por el fin de las LEFI. Entender si la corrección ya alcanzó un nuevo equilibrio o si resta ajuste será clave para definir estrategias de carry y cobertura.
Para administrar la liquidez en pesos de corto plazo, una estrategia prudente es posicionarse en LECAPs con vencimiento hasta septiembre, lo que permite capturar tasas reales positivas y evitar riesgo de duración en un contexto volátil. En paralelo, la porción dolarizada de la cartera debería centrarse en Obligaciones Negociables corporativas en dólares, de alta calidad crediticia, como instrumento de cobertura frente al riesgo cambiario.
Para la porción en pesos de la cartera, nos animamos a extender moderadamente la duración dentro de las curvas en moneda local, incorporando BONCAPs con vencimiento en enero/febrero de 2026 y bonos CER del tramo medio/largo, como el TZXD7, aprovechando tasas reales aún elevadas. Este posicionamiento se complementa con una exposición a Globales (AL30, GD35, GD41), con una visión de convergencia del riesgo país a mediano plazo.
Adicionalmente, para proteger de forma parcial el capital sin resignar rendimiento potencial, sugerimos sobreponderar bonos provinciales defensivos (como Mendoza y Córdoba) o incluso Obligaciones Negociables con buena calificación crediticia, con el objetivo de moderar el riesgo general de la cartera.
Finalmente, mantenemos posiciones tácticas en acciones, con preferencia por el sector energético y compañías con exposición exportadora.
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