
Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
El enfoque sistémico propone una nueva forma de entender el conflicto organizacional: no como un problema aislado, sino como un síntoma de dinámicas invisibles que afectan a la estructura, la comunicación y los vínculos dentro de una organización. Este artículo analiza cómo la integración de dimensiones técnicas, emocionales y transgeneracionales permite intervenir con mayor profundidad, liberar recursos y generar valor. A través de un caso concreto en una empresa familiar, la Dra. Solange Barreda demuestra cómo un abordaje sistémico posibilita detectar causas reales, tomar decisiones más eficaces y transformar el conflicto en una oportunidad de crecimiento.
En el presente artículo deseo expresar, dada mi experiencia en su aplicación en empresas y clientes particulares, cómo el enfoque sistémico para la gestión del conflicto permite un cambio radical y real en la forma en que lo abordamos dentro de las organizaciones.
El conflicto es inherente a toda entidad (y al ser humano). Por eso, resulta altamente efectivo verlo como un recurso valioso, un activo incorporado al balance integral de la organización. Pensemos en el conflicto como materia prima, a la que agregamos valor mediante el aprendizaje individual y colectivo (proceso productivo), generando un producto de calidad: el crecimiento y fortalecimiento de la cultura organizacional.
A nadie le gusta tener problemas dentro de la organización, pero siempre existen. A través de la consultoría sistémica, podemos:
En mi trayectoria —desde colaborar en un estudio contable mediano, pasar por grandes empresas, tener mi propio estudio y, finalmente, convertirme en empresaria— observé que la falta de un diagnóstico claro sobre el origen real del conflicto apaga la chispa del compromiso y la creatividad, y hace que se pierda el foco en la meta. Terminamos dando vueltas, perdiendo energía y dejando de ser felices. Porque la vida laboral también debe ser fuente de bienestar y prosperidad.
Al hablar de sistémico (término que proviene de la teoría general de los sistemas desarrollada por Ludwig von Bertalanffy y otros) me refiero a la importancia de abordar al conflicto organizacional con un enfoque integral. Esto implica que como personas que formamos parte de diferentes organizaciones, al momento de resolver un problema necesitaremos complementar la parte técnica -siempre necesaria pero no suficiente- con los aspectos emocionales y transgeneracionales. Es decir, que a la hora de practicar la escucha activa e inteligente, podemos estar entrenados como profesionales para detectar si el origen del conflicto responde a una dinámica sistémica.
De esta manera dejamos de ver la “falla” como una relación de causa-efecto para abrir el plano y empezar a integrar otros aspectos. El camino para valorar —y por qué no, valuar— un problema como un activo es tomar conciencia de que siempre viene a mostrar algo que necesita ser visto, integrado y/u ordenado dentro de la organización, para que esta pueda desarrollar la meta para la cual fue creada.
Tomemos un ejemplo conceptual muy utilizado: el iceberg. Visualicemos el conflicto —que a partir de ahora llamaremos “conflicto aparente” o “síntoma”— como la parte visible, esa que es necesario gestionar desde lo técnico. Debajo del agua, en una superficie mucho más amplia, se encuentra el origen real del conflicto: aquello que puede estar impidiendo la resolución del problema, provocando que se repita o dificultando la obtención de los resultados esperados.
Entonces, para facilitar la comprensión del enfoque, podemos decir que un problema sistémico puede ser aquel que requiere una atención adicional a lo meramente técnico, con causas que no se ven a simple vista: emocionales, no lineales y transgeneracionales. Y, según mi experiencia en consultoría, también puede tener origen en las vivencias del asesor que solicita la intervención.
Resolver el conflicto de raíz no implica intervenir desde lo terapéutico —eso lo dejamos en manos de otros saberes—, sino que nos permite, como profesionales en ciencias económicas, acceder a un atajo en el proceso de solución: una mirada superadora que nos ayude a ofrecer un mejor servicio, agilizar la toma de decisiones, optimizar el clima laboral y generar un flujo de dinero próspero para todos los integrantes, entre otros beneficios.
Colaboradores desmotivados: conflictos latentes, falta de responsabilidad, alta tasa de ausencia, proyectos que no avanzan, trabajadores que no se sienten parte de la empresa, mal clima de trabajo.
Líderes o dueños con problemas: conflictos con colaboradores, problemas de jerarquía, falta de reconocimiento hacia el nuevo líder, ausencia de respuesta por parte del equipo, repetición de dificultades en una misma área con distintos líderes, problemas para delegar tareas y tomar decisiones acertadas, falta de flexibilidad y desorden administrativo, entre otros.
Toma de decisiones: dudas frente a la apertura o cierre de sucursales, dificultades para gestionar temas sensibles como el fallecimiento del fundador, problemas para encontrar personas idóneas para puestos clave, confusión sobre el propio rol dentro de la empresa, incertidumbre al definir cambios estratégicos, obstáculos en procesos de fusión o cierre, falta de vínculos o redes de contacto, dificultad para incorporar nuevos productos o servicios.
Dentro de las empresas familiares, estas dinámicas invisibles suelen cobrar mucha fuerza, ya que los vínculos afectivos —y el lugar que cada integrante ocupa dentro de la familia— se mezclan y desordenan en el organigrama vincular. Esto puede provocar problemas de liderazgo, conflictos en la toma de decisiones y falta de flujo financiero (como pérdidas sorpresivas de dinero, por ejemplo). Recordemos que este tipo de estructura representa aproximadamente el 80% de las empresas a nivel mundial.
Quisiera compartir con los lectores un ejemplo muy frecuente dentro de las empresas familiares (o en entidades que cambian de dueños): cuando la segunda generación decide ejercer ciertos cambios en la forma de hacer las cosas.
Los nuevos líderes (herederos) desean dar un salto de calidad en la prestación de sus servicios. Para ello, invirtieron en una asesoría en el exterior que les proponía cambiar la forma de ejercer el negocio. Esta nueva modalidad resultaba claramente superadora de la tradicional, no solo por su enfoque, sino también por su efectividad.
Como profesionales, sabemos que puede haber resistencia al cambio. Pero en este caso, el problema aparente (la parte visible del iceberg) era una alta tasa de ausentismo entre los trabajadores del área de prestación directa del servicio (en una empresa con más de 300 colaboradores), sumado a problemas de comunicación con la cúpula gerencial.
La materia prima fue el problema aparente, por el cual los clientes se acercaron a mi estudio. Tras la consultoría sistémica (el proceso productivo) se reveló la causa real: la necesidad de honrar al socio fundador y al sistema de servicio anterior. Además, se detectó la necesidad de capacitar a los gerentes —es decir, crear valor— para que no se sintieran fuera del proyecto y ganaran seguridad en el conocimiento técnico.
Cabe destacar que estas conclusiones se obtuvieron luego de dos encuentros confidenciales con los nuevos dueños, en los cuales, una vez detectado y elaborado el conflicto, pudieron tomar acciones concretas y técnicas para una resolución efectiva, con excelentes resultados.
Con este ejemplo resumido, quiero sintetizar la rapidez con la que es posible resolver ciertos problemas y el atajo que representa integrar la mirada sistémica a la mirada técnica, una combinación capaz de liberar recursos, mejorar la comunicación y lograr mejores resultados.
Como conclusión, afirmo que es posible cambiar radicalmente la mirada sobre el conflicto dentro de una organización. Porque, al encontrarle un para qué, comenzamos a mirar hacia el éxito. Al darle un sentido y una razón de ser, podemos abordarlo como un desafío colectivo orientado al crecimiento. El conflicto organizacional es, en realidad, una voz más de la organización que necesita ser escuchada.
1. Echegaray, G. (2017). Empresas con alma, empresas con futuro: Una mirada sistémica a las organizaciones. Ediciones Pirámide.
2. Echegaray, G. (2008). Para comprender las constelaciones organizacionales. Editorial Verbo Divino.
3. Hellinger, B. (2017). Órdenes de la ayuda. Alma Lepik.
4. Hellinger, B. (2001). Órdenes del amor. Herder Editorial S.L.
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