El cierre de 2025 deja un panorama financiero mucho más favorable de lo que el mercado esperaba meses atrás: los bonos comprimieron riesgo país, el Merval recuperó niveles en dólares y las señales monetarias y fiscales comenzaron a estabilizar parte del frente macro. Sin embargo, persisten desafíos estructurales, especialmente en la acumulación de reservas, la sostenibilidad de la banda cambiaria y la necesidad de recomponer la demanda de pesos. Hacia 2026, el escenario combina riesgos —como la fragilidad externa y la volatilidad política— con oportunidades concretas en instrumentos CER, bonos soberanos y compañías energéticas. En esta nota, analizamos qué factores seguir de cerca y dónde podrían ubicarse las principales oportunidades de inversión para el próximo año.

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El cierre de 2025 deja una foto difícil de imaginar pocos meses atrás. Luego de la sorpresa electoral del 26 de octubre, el mercado argentino atravesó uno de los rallies más fuertes desde la reestructuración de 2020: los bonos soberanos comprimieron riesgo país hasta la zona de 650 puntos básicos, mientras que el Merval avanzó más de 45% en dólares, acercándose nuevamente a los máximos de enero.

El shock de optimismo estuvo sustentado tanto por el realineamiento político luego de las elecciones, como por un incipiente reordenamiento monetario y financiero. Sin embargo, el desafío de fondo sigue siendo la sostenibilidad: ¿Puede este rally transformarse en un ciclo más largo?

 

Tasas, liquidez y demanda: Los motores del nuevo clima financiero

La dinámica de las tasas en pesos fue uno de los factores clave para explicar el cambio de humor financiero. La última licitación de noviembre presentaba vencimientos por AR$14,5 billones, un monto muy superior a los depósitos del Tesoro en el BCRA (unos AR$5 billones).

La escasez de dólares y los pagos en moneda extranjera siguen siendo el principal foco de presión para la economía argentina.

La preocupación inicial se centraba en la capacidad de renovar más del 100% sin tensionar aún más el mercado de pesos. Sin embargo, el Tesoro consiguió un rollover del 96,3%, resultado que, si bien se ubicó debajo del umbral simbólico del 100%, fue percibido como constructivo gracias a tres elementos:

1. El plazo promedio de colocación volvió a estirarse. Después de meses en los que la incertidumbre preelectoral había concentrado la demanda en instrumentos de muy corto plazo, el promedio se ubicó en 183 días, lo que permitió cerrar noviembre con un tenor promedio de 215 días. No se observaba un plazo tan extendido desde enero de 2025;

La meta de acumulación de reservas del programa con el FMI luce hoy inalcanzable: para cumplirla harían falta más de US$10.400 millones.

2. El BCRA inició un proceso –gradual pero relevante– de relajación de encajes, luego de haber alcanzado niveles máximos en tres décadas. Esta decisión liberó liquidez hacia instrumentos del Tesoro y ayudó a descomprimir la presión sobre las tasas;

3. La demanda de cobertura cambiaria retrocedió, dando lugar a estrategias en tasas fijas y CER, lo que contribuyó a normalizar parte de la curva en pesos luego de tres meses de extrema volatilidad y tasas reales por las nubes. Muchas carteras institucionales y personales estaban subinvertidas en moneda local y comenzaron a recomponer posiciones, favorecidas por un esquema de bandas cambiarias que, por primera vez en mucho tiempo, volvió a ofrecer un punto de anclaje, al menos en el corto plazo.

 

El equilibrio cambiario y el desafío de las reservas

Si bien el avance financiero es evidente, el principal punto de vulnerabilidad sigue siendo el frente externo. La meta de acumulación de reservas del programa con el FMI luce hoy inalcanzable: para cumplirla harían falta más de US$10.400 millones, o US$13.900 millones si se incluye el swap con el Tesoro de Estados Unidos, un instrumento que todavía no está claro si el Fondo aceptará como válido. A esto se suma la pesada carga del BOPREAL Serie 3, que exige una amortización de US$1.000 millones en diciembre. Todo esto en la antesala del pago de cupón y amortizaciones de los bonos soberanos de enero por US$4.300.

Los mensajes de las últimas semanas desde el equipo económico anticipan un cambio conceptual: la acumulación de reservas ya no es un objetivo rígido sino una meta condicionada a la “remonetización” y al ingreso de capitales. Esta postura explica por qué, pese al rally inicial, la compresión de riesgo país se frenó alrededor de los 650 puntos.

En un contexto de reservas ajustadas, el Banco Central apuesta a la remonetización para sostener la estabilidad y contener el riesgo país.

De cara al verano, hay dos factores que podrían aliviar la presión:

1. La demanda estacional de dinero, que en diciembre suele aumentar entre 7% y 9% real, lo que facilita la compra de dólares sin tensionar el tipo de cambio;

2. La campaña fina récord, que aportaría alrededor de US$3.400 millones en exportaciones de trigo, con un pico de liquidación durante diciembre y enero.

A esto se suma un elemento nuevo y no menor: el retorno del sector corporativo y las provincias al mercado internacional, con colocaciones por más de US$5.000 millones desde la elección. Este flujo adicional contribuye a estabilizar la demanda de dólares del sector público y reduce la presión inmediata sobre la banda cambiaria.

El tipo de cambio oficial opera hoy cerca del límite superior de la banda. Si bien la brecha se mantiene controlada, la sostenibilidad de este esquema requiere una combinación poco común en la macro argentina: disciplina fiscal, calma política, liquidez en pesos y señales claras de remonetización. La banda cambiaria se aprecia en términos reales cerca de 0,8% mensual, lo que reduce la competitividad y dificulta la acumulación de reservas. Aun así, diciembre podría ofrecer una ventana inédita para recomponer colchones. La pregunta central es si el equipo económico optará por aprovechar ese margen o mantendrá el tipo de cambio lo más estable posible durante la transición política hacia 2026.

 

¿Dónde están las oportunidades? Estrategias para 2026

El rally posterior a las elecciones fue tan intenso que obliga a una lectura más fina del valor relativo disponible. Aun así, siguen existiendo oportunidades tanto en pesos como en dólares.

1. Estrategias en pesos

Para horizontes cortos y medianos, los bonos CER siguen siendo nuestra preferencia. La inflación esperada –alrededor de 1,9% mensual– y los datos de alta frecuencia justifican mantener exposición a esta curva al menos hasta el primer semestre de 2026.

Para inversores que busquen duration, los títulos a tasa fija de fines de 2026 y principios de 2027 lucen atractivos, en un contexto en el que las expectativas de política monetaria podrían comenzar a normalizarse.

La acumulación de reservas ya no es un objetivo rígido sino una meta condicionada a la “remonetización” y al ingreso de capitales.

2. Instrumentos dolarizados

En deuda soberana, el spread de legislación continúa ofreciendo valor. El AL30 rinde 12%, muy por encima del 9,4% del GD30. En precios, la brecha GD30/AL30 está en 5,2%, unos 60 puntos básicos por encima del promedio del año. Por eso seguimos prefiriendo soberanos ley local de menor duración.

En corporativos, las compañías AAA del sector energético mantienen la mejor relación riesgo-retorno. Con tasas cercanas al 8%, los bonos de YPF, Vista y Pampa siguen capturando el interés del mercado, especialmente para carteras conservadoras. Destacamos el Vista 2033 y el YPFLuz 2032.

3. Renta variable

Con el Merval nuevamente cerca de máximos, somos más selectivos. Las empresas vinculadas a Vaca Muerta siguen ofreciendo un perfil atractivo: balances sólidos, baja sensibilidad a la actividad doméstica y planes de inversión robustos. Entre ellas, nuestras favoritas continúan siendo YPF y Pampa.

 

Qué mirar de ahora en adelante

La economía argentina cierra 2025 mucho mejor que lo que se auguraba meses atrás, pero con señales mixtas. El mercado financiero ofrece una foto alentadora: los bonos soberanos volvieron a niveles que parecían imposibles antes de las elecciones y la renta variable se recuperó. Sin embargo, para que esta recuperación se transforme en un ciclo sostenible, será imprescindible consolidar tres pilares:

1. Acumular reservas de manera consistente, aprovechando las ventanas estacionales;

2. Afianzar la demanda de pesos, condición clave para normalizar la política monetaria;

3. Reducir la incertidumbre política, especialmente en un año que será determinante para el equilibrio de poder en el Congreso y las reformas estructurales que se avecinan.


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