Lorena Cantarovici es contadora pública y tiene un máster de Mercadeo. Viajó a los Estados Unidos en búsqueda del famoso “sueño americano” con 26 años y apenas 300 dólares. “Soy de una familia muy chica y después de verla luchar por décadas no quise lo mismo para mí. No fue una decisión nada fácil pero fue certera en su momento”, recuerda.

Cuando llegó a Denver, Colorado, tenía la intención de aprender algo de idioma, juntar algo de dinero y volver a su tierra natal pero los años pasaron, formó una familia y actualmente lleva 16 años viviendo en suelo norteamericano aunque admite que “pensar que pasó tanto tiempo fuera de Argentina todavía me pone la piel de gallina”.

“Una vez que llegué tuve muchos obstáculos, inicialmente el idioma. Yo no hablaba una palabra de inglés y además llegué al norte del país donde no es como Florida o Miami que hay más contacto latino. También tuve una barrera cultural, porque es una sociedad muy distinta a lo que estamos acostumbrados y me tuve que adaptar”, reconoce.

Sus primeros pasos en la gastronomía los dio como mesera de un restaurante mexicano, donde pensó “que iba a ser fácil por el idioma, pero ese fue mi primer choque fuerte porque la clientela era en su mayoría norteamericana”. Luego de conocer a su actual marido y tener a su primer hijo, dejó de trabajar para dedicarse a su casa y su familia.

 

“María empanada”

Tras la crisis financiera de 2008 quiso ayudar en su hogar y comenzó a realizar empanadas por encargo para familias argentinas que vivían en Denver. De a poco, los pedidos que recibía fueron creciendo y fue entonces que surgió la posibilidad de fundar María empanada, un verdadero desafío para el cual estaba preparada.

María empanada fue producto de la nostalgia porque extrañaba mucho mi comida y también por una falta gastronómica

“Fue producto de la nostalgia porque extrañaba mucho mi comida y también por una falta gastronómica acá. Me di cuenta que había necesidades de algo nuevo, algo distinto en el área gastronómica porque es todo muy parecido y hay pocas opciones”, destaca.

Respecto de sus estudios y su título profesional, indica que “lo educacional o profesional lógicamente que siempre te ayuda. Tener una carrera profesional me permite entender ciertas cosas pero de todas formas creo que lo que más te ayuda cuando emprendés algo es más la educación de vida. Es más lo que aprendés en el camino que vas recorriendo; creo que eso te da más olfato”.

Actualmente, asegura que “nunca me imaginé que estaría haciendo tantas empandas. Al principio cocinaba y producía todo desde casa. En ese momento una orden importante era de 36 empandas, que generalmente me lo pedían para los fines de semana. Mi mayor salida en ese momento habrán sido unas 140 y eso para mí era fantástico. Me llevaba toda una semana hacerlo”.

“Cuando abrí las puertas del local era un lugar muy chiquito y muy alejado de las locaciones en las que estamos ahora. Lo que producíamos por día era más o menos 80 empandas y con eso ya estábamos tranquilos y saliendo adelante. Fueron dos años muy duros porque no se vendía tanto”, recuerda.

Hoy en día, la cadena factura US$ 2,5 millones por año y realiza unas 35 mil empanadas por semana y Lorena confiesa que “la verdad no lo puedo creer”.

 

El proyecto a futuro

María empanada posee 3 locales en Denver y cuenta con una inversión que implica el crecimiento de la empresa y en este momento proyectan abrir en los próximos dos años y medios unas 9 sucursales.

“Ahora que ya estamos creciendo y la compañía tiene un camino ya la misma demanda empieza a necesitar y empieza a empujar para que abramos más sucursales y podamos atender más clientela. En cualquier empresa que uno empieza hay escalones, el primero es el que te cuesta y después pasás a otro nivel. Cuando uno tiene más antigüedad empiezan a pasar otras cosas. Si no corrés con la velocidad que la demanda te exige tenés posibilidades de fracasar o no crecer más y ahí es donde la visión y misión de tu compañía se desorientan”, explica.

Como mensaje, Lorena pone su experiencia para poder ejemplificar cómo fue llevando adelante su emprendimiento: “Quizás no lo sabía antes de tenerlo, pero una vez que el negocio nace uno ya sabe y empieza a tomar decisiones. Se puede equivocar o no y es importante hacerlo, porque de eso uno aprende muchísimo y así se fortalece la empresa”.

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