Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Esta frase creo haberla escuchado antes. ¿Cuántas veces quienes trabajamos con emprendedores escuchamos este tipo de frases? Recuerdo, sin ir más lejos, que hace aproximadamente un año, en una reunión de parejas amigas, una de las mujeres que se encontraban presente cuando salió la conversación sobre estos temas, planteaba fervientemente “yo no soy emprendedora, prefiero ser empleada y recibir órdenes” y continuaba: “Para qué arriesgar, prefiero tener un sueldo todos los meses, por poco que sea”.
Hasta ahí es algo normal que uno no se considere emprendedor y prefiera la relación de dependencia, pero se notaba cuando hablábamos, que era un tema que le despertaba curiosidad. Preguntaba, observaba y hasta hacía algunas acotaciones. Es una persona que no está ajena familiarmente a estos temas, ya que viene de un entorno emprendedor, porque su padre siempre hizo actividades privadas nunca en relación de dependencia.
Aunque la conversación seguía en esos términos, esta mujer, joven, ama de casa con hijos chicos, cada tanto (cuando se le preguntaba algo) volvía a reafirmar sus dichos originales, sobre no verse como una emprendedora.
En el grupo se habló mucho de experiencias emprendedoras de alguno de ellos, otros planteaban los problemas que habían tenido a la hora de emprender, o estaban quienes contaban los logros y satisfacciones de haber hecho algo que realmente les apasionaba.
Al rato de estar charlando, esta chica que miraba con atención, comenzó con algunas preguntas: “¿Cómo lo hiciste?, ¿dónde fuiste para que te apoyen?”, etc. El tema le despertaba curiosidad.
En un momento empezamos a conversar sobre qué les gustaría hacer a cada uno, si tuvieran que dejar de hacer lo que hacen. Cuando le tocó a ella, cuenta que había algo que le gustaba, y era tener algo vinculado a la vestimenta deportiva femenina, ya que tenía buen gusto para vestir y le encantaba el gimnasio. Decía que había un nicho aparente, en el segmento de mujeres que practican deporte y de una clase social media y media alta, que buscan productos de buena calidad, y de diseño. Me gustó lo que comentó y le pregunté si nunca pensó hacer algo propio en ese rubro. A lo cual me contestó: sí, que realmente era algo que le gustaba, pero que no tenía la disponibilidad de tiempo y no creía que ella podía hacerlo (la crianza de sus hijos y el sostén de la casa, le implicaba muchas horas del día). Recuerdo que varios le dijimos que no deje de probar de hacer algo por cuenta propia, que se haga del tiempo y que comience a meterse en el tema. Obviamente contaba con todo el apoyo de su marido, quien también afirmaba que tenía un potencial y que tal vez no lo explotaba porque en realidad debía confiar más en ella.
El tiempo pasó y luego de algunos meses me enteré que ésta chica se había asociado con una profesora del gimnasio al cual iba y con quien tenía cierta amistad. Habían comenzado en su casa a estampar calzas, remeras y demás productos que luego eran vendidos por Internet (usando como un canal el mismo gimnasio). Gracias a la tecnología pudo suplir el problema del tiempo, y sobre todo la inversión inicial. Hoy tiene una red de clientas en su localidad y envía al interior sus productos y catálogos.
¿Cuántas personas no ven su potencial porque no creen en sus posibilidades? Es un tema recurrente: la principal barrera que tiene una persona para realizar un proyecto o un sueño, son ellos mismos. El “yo no puedo” muchas veces juega en contra en todo esto.
Creo que los emprendedores deben hacer un F.O.D.A. de cada uno (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas), para detectar sobre todo dónde son fuertes y dónde son débiles. Una vez listada esas características, buscar complementos con otras personas o recursos que puedan transformar esa aparente debilidad en una fortaleza.
Esta mujer sin darse cuenta, y con un fuerte apoyo de su entorno, detectó una de sus debilidades (la falta de tiempo) y la suplió asociándose y compartiendo las tareas con su socia y usando la tecnología como canal de venta. Además seguramente juntó ánimo y fuerzas para avanzar con un sueño postergado, rompiendo su propia barrera. En el vocabulario de un emprendedor no debe existir la expresión “No puedo”, y plantearse siempre “¿Por qué no?”.
Este es otro de los temas, que me gustaría plantearle al lector, porque tiene que ver con la posibilidad de que existan políticas de apoyo al emprendedor de manera amplia y que abarque a todos los que nos consideramos emprendedor en nuestro país.
Luego de tantos años de trabajar o estar vinculado con emprendedores e instituciones (públicas y privadas) de diferentes lugares de Argentina fui conociendo experiencias muy interesantes que me permitieron ir ampliando la concepción que podía tener sobre el concepto “emprendedor”.
Una de las cosas que más me llamó la atención, es que cuando hablaba “del emprendedor” como concepto genérico, las interpretaciones de las personas que tenía enfrente iban variando.
Es el caso por ejemplo de los funcionarios municipales. Me ha pasado conversar con ellos y cuando se tocaba el tema del emprendedor en su municipio, la interpretación que hacían era sobre las personas que fabricaban pequeños productos de manera artesanal y lo comercializaban muchas veces en ámbitos públicos, como ser: plazas, ferias artesanales, fiestas patronales, etc.
Por otro lado, cuando la misma conversación surgía en ámbitos universitarios, la mirada sobre éste sujeto emprendedor era diferente. Se pensaba en el estudiante o profesional, que quería desarrollar un emprendimiento propio y muchas veces estaba ligado a cuestiones de innovación y creatividad. En ese caso, las ideas estaban centradas en promover estas cuestiones en jóvenes entusiastas, que difundan el emprendedurismo como una salida laboral al mercado (post estudios).
Por otro lado estaban las ONG, que dependiendo el público con el que interactuaban, la idea del emprendedor estaba ligada a una u otra cuestión relacionada con lo antes mencionado. Me ha tocado estar en lugares donde el interlocutor de la ONG pensaba en un emprendedor innovador, joven y con perfil disruptivo. Otros casos se analizaban al mismo concepto, desde la óptica más social, de hecho se lo menciona en algunos ámbitos con el concepto de “emprendedor social” (de manera algo sectaria a mi gusto). O hay lugares donde la idea del emprendedor está asociada directamente a cuestiones productivas y empresariales, es decir ven al emprendedor cómo una persona que va a formar una empresa y a producir transformaciones.
A mi entender todos los conceptos tienen algo de razón, aunque me inclinaría a pensar en una cuestión más amplia. Me gusta pensar al emprendedor como un sujeto transformador no solo mirando lo productivo, sino pensando en aquella persona que detecta un problema o anomalía, y trata de accionar para buscar soluciones. Tiene un pensamiento disruptivo de sus acciones. Tiene un fuego interior que lo moviliza. O en definitiva, se hace cargo de los problemas.
Si lo pensamos de esa manera, podemos ver que el Ser Emprendedor es más que un futuro empresario, más que un emprendedor social, o un joven con ánimo de hacer algo innovador. Es sin lugar a dudas un sujeto de transformación, que necesitamos promover (desde los diferentes ámbitos) para lograr tener una sociedad con mayor compromiso social.
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