Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Inicios de 1950. La Segunda Guerra había terminado, pero el hostigamiento y la persecución a los refugiados rusos en Alemania no cesaba. Volver a la desaparecida Bielorrusia no era una opción, ya que el riesgo de fusilamiento era real. Si bien habían sido llevados a la fuerza por los alemanes, en su tierra natal eran considerados traidores.
La pequeña Halina de dos años y sus padres rusos aguardaban la llegada de una visa argentina o estadounidense que los sacara de Hamburgo. Ambas autorizaciones llegaron con un día de diferencia y la elección fue pura intuición.
Partieron desde Nápoles enviados por Naciones Unidas como refugiados. Un mes en barco y el puerto de Buenos Aires asomó por la proa. Los recibió una capital convulsionada por la llegada de miles de extranjeros que no hablaban el idioma local y que conocían poco o nada de lo nuevo. U$S 300 y dos semanas en el hotel de inmigrantes de Retiro fueron toda la adaptación que este país pudo darles.
Con ese panorama, el camino los llevó a radicarse en Lanús donde levantaron su casa e hicieron la América: su madre aprendió a amar este lugar y siempre le estuvo agradecida. “Ella decía que en Argentina vivía Dios”. El papá, sin hablar el idioma ni conocer a nadie, consiguió un trabajo y la familia de a poco comenzó a estar mejor. Y Halina se convirtió en la Dra. Jerishenko, Contadora Pública y Licenciada en Administración con un postgrado en Sindicatura Concursal y matriculada en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la provincia de Buenos Aires por la Delegación San Isidro.
“Quería ser docente pero mi madre, con una gran visión, me aconsejó que siga al área Comercial que tenía mayor salida laboral”, recuerda la colega y continúa: “Siempre fui muy aplicada en mis estudios y terminé con medalla de oro la primaria. Luego, en la Facultad, me gustaron mucho las materias con matemáticas y las partes contables, eran las que me parecían más atractivas”.
En un loteo de terrenos en el oeste del Gran Buenos Aires comenzaron a construir su casa con más esfuerzo que materiales, y la obra se demoró varios años. “Los primeros tiempos fueron muy duros. Mis padres no conocían el idioma, no teníamos casa ni trabajo”, recuerda emocionada al mismo tiempo que describe al detalle cómo su mamá trabajó la tierra en el patio haciendo quinta para ahorrar en alimentos. “Mis padres siempre estuvieron muy agradecidos a este país porque nunca nadie nos discriminó. Yo era extranjera, pero abanderada en la escuela y nunca nadie me dijo nada. Amo este país, soy ciudadana argentina desde que me recibí en la Universidad”.
“Tengo tres medias hermanas que conocí gracias a un programa de televisión”, titula la colega y la explicación viene a continuación: cuando su madre es llevada por la fuerza desde Bielorrusia a Alemania, lo hizo junto a sus pequeñas hijas: María de 13, Eugenia de 10 y Albina de 8. Al poco tiempo fueron separadas y ellas tres volvieron a su tierra natal a vivir con su abuela. Nadezhda, mamá de la Dra. Jerishenko, nunca pudo reencontrarse con sus hijas y vivió con un profundo pesar que incluso le afectó la vista. “Recuerdo que yo era chica y le insistía a mi mamá para que escribamos una carta a ver si las podíamos contactar”, detalla la colega.
En 2010 un programa de televisión que se emite en Rusia y otros países de la región reunió a las hermanas y encontraron respuestas a muchas dudas que llevaban años sin resolver. “Mis hermanas fueron engañadas, a ellas les dijeron que mi mamá había fallecido. Cuando les dije que yo quería escribir una carta y ver si las encontraba, agradecieron que no lo hayamos hecho ya que podían ser perseguidas por tener contacto con gente de afuera”, explica la profesional.
“Nunca tuve ningún problema por mi procedencia”, cuenta la Dra. Jerishenko quien asegura que, tras conocer más de 20 países, “siempre elijo este lugar para vivir”. Aun así, las tradiciones familiares viajaron con ellos en aquel barco que los trajo desde Europa y las comidas y festividades rusas forman parte de su cotidiano. “Hacemos muchos platos típicos, como los que hacía mi mamá. Mis hijas, ambas Contadoras, fueron a la escuela rusa que está en Olivos para que aprendan el idioma y nuestra historia”.
Junto a su marido, quien estuvo en la guerra y fue prisionero por tres años, nunca dudaron en contarles todo lo vivido por ellos y sus familias en el viejo continente “para que sepan de dónde venimos, para que valoren las cosas”.
La colega se despide de la charla dejando la enseñanza de aprovechar las oportunidades que se imponen en la vida. Sin olvidar sus raíces, se autopercibe argentina y así lo hace saber: “Los recursos que tenemos no se ven en todos lados”, indica. Desde la provincia de Buenos Aires ella forjó un presente sin olvidar su pasado.