Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Un contador público cordobés se graduó en Santa Fe y se matriculó en cuatro distritos siguiendo los pasos de una joven compañía yerbatera que empezó en un garaje y se ganó un lugar en un mercado de marcas centenarias a fuerza de innovación.
Su arribo a la matrícula de nuestro Consejo se produce a sus 65 años, cuando otros colegas están pensando en la jubilación.
Se trata del Dr. Alberto Ramón Lamberti, un profesional con una historia saborizada.
Mediodía de un miércoles de noviembre de 2019 y el Dr. Arberto Ramón Lamberti de 65 años y 40 de carrera profesional se acerca a la sede provincial de nuestro Consejo Profesional. No viene a participar de un acto de entrega de beneficios jubilatorios, sino a matricularse para comenzar a ejercer en suelo bonaerense.
Es el cuarto distrito en el que se alista siguiendo las huellas de una de las principales empresas yerbateras que lo tiene como auditor y con la que creció desde que surgió en un garaje en suelo cordobés, de la mano de otro innovador.
En 1978 el Dr. Lamberti regresó a la ciudad cordobesa de San Francisco con el título de contador público que obtuvo en la Universidad del Litoral, en Santa Fe y las fronteras provinciales ya comenzaban a desdibujarse. Al poco tiempo, en su tierra natal conoció a Florentino Orquera y a su señora, María Amelia Elizagaray, una visionaria pareja que había comenzado a producir y comercializar yerba mezclada con hierbas siguiendo una tradición ancestral en las familias de la región.
“Él estaba radicado en San Francisco y abre una pequeña herboristería donde nace la idea de saborizar la yerba con hierbas de la sierra”. El Dr. Lamberti recuerda como si fuese ayer los primeros pasos que diera el fundador de Yerba Mate CBSé, una empresa que hoy vende más de 20 mil toneladas al año. Quizás porque fueron también sus primeros pasos.
Lamberti fue también un innovador que acercó a la empresa las incipientes computadoras cuando la firma empezaba a desarrollarse, dejando de hacer todo a mano para empezar a automatizar procesos. “En ese momento la empresa era un cliente más de mi estudio”, señala el profesional pero luego alega: “Florentino primero me hizo ir por una hora, después por dos y después me quedé a vivir”.
De la mano del contador Lamberti la empresa ascendió a sociedad anónima en 1980 “y me convertí en su síndico y auditor, rol que ocupo hasta la actualidad”, apunta el contador orgulloso de los logros alcanzados.
Atrás habían quedado los tiempos donde la yerba y otras hierbas se mezclaban con rusticidad -la leyenda cuenta que empezó en un lavarropas-, se envasaba en bolsas termoselladas y se dejaba en consignación en los negocios de la zona. La empresa había adquirido mejores instalaciones, había logrado introducir la categoría de yerba compuesta en el catálogo de alimentos y de la mano de la publicidad en los estadios de fútbol la marca se extendió a todo el territorio.
“La empresa radicó su domicilio en Córdoba, luego al crecer se muda a Capital Federal, más tarde migra el domicilio a San Juan y por último a provincia de Buenos Aires”, describe el Dr. Lamberti. En todos estos distritos se matriculó el profesional siguiendo el desarrollo de la compañía. En el Consejo Profesional de San Juan es donde está actualmente jubilado pero su historia sigue como activo aquí en nuestra provincia.
“Nunca había tenido un acto de juramento formal; en los otros distritos donde me matriculé siempre había sido un trámite”, compara el Dr. Alberto Lamberti y confiesa: “Me pareció hermoso y para mi vergonzante porque era el abuelo de la mayoría de quienes estaban matriculándose. Me han tratado muy bien en el Consejo desde el primer día que llegué”.
El colega atraca en la matrícula bonaerense siguiendo el desembarco de la compañía: “La empresa se está instalando administrativa y fiscalmente en la provincia de Buenos Aires y yo sigo mientras la mente me acompañe y tenga ganas de trabajar”, alude el contador y agrega: “Ellos están muy conformes con mis servicios”.
En la cabeza del Dr. Lamberti, recién matriculado en nuestro Consejo, aún no se avizoran fechas de retiro de la actividad pero sí algunos planes. Padre de tres hijos profesionales (un médico, un bioquímico y una socióloga), asegura: “He sido un gran lector, planté muchos árboles así que me falta escribir un libro”.
Convencido, el colega proyecta: “Seguramente me dedique a la escritura. Me gustaría escribir un libro explicando cómo una pyme puede sobrevivir a las vicisitudes, suceder a los fundadores y estabilizarse con un estándar de calidad muy alto”.
Yerba no le va a faltar.