Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
La crisis económica desatada por la pandemia de coronavirus alienta a las naciones a reflexionar sobre los riesgos de una producción interdependiente y reconfigurar las estrategias comerciales.
Mientras se intenta dominar la tormenta, los analistas pronostican nuevas oportunidades para los regionalismos.
Poco después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciara que el coronavirus es oficialmente una "pandemia" las principales variables económicas internacionales comenzaron a caer. En una economía globalizada, el derrumbe de un sector atropella a otros y así se desploman las piezas del dominó capitalista. Mientras las naciones buscan frenar la sinergia, los analistas auguran un futuro de economías protegidas y regionalismo, con Estados que buscarán primero poner sus fichas de pie y luego evitar que se encuentren a merced de una caída al otro lado del tablero.
Quizás el primer episodio fuerte del derrumbe económico por coronavirus ocurrió el 11 de marzo pasado cuando Wall Street se hundió en un "mercado bajista" (bear market, en inglés), luego de que el índice Dow Jones terminara un 20% más bajo en relación a su récord alcista de febrero, poniendo fin al período más largo de alzas en los mercados bursátiles en la historia de Estados Unidos.
Como cada vez que esto ocurre, lo demás es conocido: pánico en los mercados financieros, fuga de capitales, las bolsas del mundo en una montaña rusa y devaluación de las monedas. En la economía comprensible significa empresas con grandes dificultades: primero aerolíneas con pérdidas inéditas y turismo sin clientes, luego cierre generalizado de fábricas y parálisis de las cadenas globales de producción.
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) estima que el crecimiento económico mundial podría descender a la mitad de lo que se había proyectado para este año (del 3% al 1,5%).
Por su parte, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) alertó que el costo de la crisis en el ingreso global podría llegar a US$2 billones, y que la duración y la profundidad de la crisis dependerán de tres factores: la expansión del virus, la aparición de una vacuna y el accionar de los gobiernos.
En este último aspecto tienen puesta su atención los profesionales en Ciencias Económicas, actores clave en la relación entre contribuyentes -necesitados de asistencia- y organismos de recaudación -con poco margen para subsidios-.
En los papeles, estos meses se caracterizarán por números rojos con descenso en las inversiones y menos consumo en los hogares, lo que se trasladaría a un aumento en el desempleo y descenso en los salarios.
Para sostener la economía, los bancos centrales de muchos países se han esforzado en reducir las tasas de interés, abaratar el dinero y así hacer facilitar el crédito. A pesar de ello, la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, advierte que se avecina una recesión global que hará que el PIB de la región decrezca, el desempleo aumente y millones de personas se sumen a los índices de pobreza.
Los cálculos de la CEPAL indican que si la economía cayera un 1,8%, esto tendría una repercusión de una subida del desempleo de 10 puntos porcentuales, 20% de aumento de la pobreza y descenso de la actividad de las pequeñas empresas y de quienes trabajan por cuenta propia.
El desarrollo de la producción y el transporte crearon un sistema de comercio mundial más interdependiente que nunca antes. El cierre de fronteras por el COVID expuso a los actores económicos la dimensión de los riesgos que han venido tomando.
En este escenario no hace falta ser un economista de prestigio para advertir que si entran en crisis las dos principales economías del planeta, por China (el mayor exportador de bienes, responsable de un tercio de las manufacturas totales) y Estados Unidos (dueño de la moneda preferida de las reservas en el mundo), al resto de las naciones la situación los habrá afectado inevitablemente. Tan grandes como distantes, la caída de estas potencias en ambos extremos del juego se está llevando consigo la estabilidad de las banderas que se encuentran a mitad de terreno.
Conscientes de esos riesgos que ahora padecen, afirman que las cadenas de suministro empezarán a buscar alternativas en distancias locales o regionales, y estarán dispuestas a pagar más por ello.
Incluso parte de los eslabones que antes se diseminaban por distintas regiones del planeta comenzarán a regresar a las fábricas que ponen las marcas. Este proceso que en economía se conoce como "re-shoring" otorga certeza al tiempo que hace descender la dependencia de las decisiones ajenas.
Las nuevas barreras económicas, el corte del transporte y el impacto de las consecuencias no deseadas de una economía globalizada obligan a pensar en otra configuración del capitalismo para después de 2020.
Desde la CEPAL auguran un capitalismo diferente, mucho más inclusivo y sostenible. Apuntan a la integración y la autosuficiencia regional, al menos en las áreas clave: producción de alimentos y fuentes de energía.
El escenario será complejo para las naciones de Latinoamérica con altos niveles de endeudamiento -antes de que llegara la pandemia-, a lo que se le ha sumado una actividad económica paralizada, caída del precio de las materias primas, interrupción de las cadenas de producción a nivel global, menor demanda de exportaciones, fuga de capitales y devaluación de las monedas.
Así como a la Primera Guerra Mundial le sucedieron modelos de proteccionismo económico y nacionalismo político; así como a la Segunda le siguieron años de cooperación e internacionalismo; a esta crisis, que se compara con las postguerras, los analistas aseguran que también le sucederá un tiempo nuevo.