Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
El Dr. Hernando Quiñonez Meza: es Contador Público graduado de la Universidad de Buenos Aires y encabeza junto a su esposa Abogada un estudio jurídico-contable con siete empleados. Su primer departamento como familia fue en pleno microcentro porteño pero el bolso con sus ropas lo mudó desde el asentamiento Los Eucaliptus en Quilmes. Nació en Paraguay, juntó cartones, trabajó en el trueque y en una multinacional y ahora enseña cómo hacerse un monotributo o resuelve consultas en guaraní a los vecinos del barrio que lo vieron crecer y triunfar.
Los actos de juramento a distancia implementados por el Consejo desde el 30 de junio nos permitieron conocer historias como la del Dr. Hernando Quiñonez Meza: es Contador Público graduado de la Universidad de Buenos Aires y encabeza junto a su esposa Abogada un estudio jurídico-contable con siete empleados. Su primer departamento como familia fue en pleno microcentro porteño pero el bolso con sus ropas lo mudó desde el asentamiento Los Eucaliptus en Quilmes. Nació en Paraguay, juntó cartones, trabajó en el trueque y en una multinacional y ahora enseña cómo hacerse un monotributo o resuelve consultas en guaraní a los vecinos del barrio que lo vieron crecer y triunfar.
La historia se remonta a los inicios de la década del ´90 cuando hermanos de países limítrofes vinieron a la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires buscando un futuro mejor. “Esa fue una migración de clase obrera, de albañiles y costureras. Vinimos a fines del año 1992 desde San Lorenzo, una localidad cercana a Asunción. La migración se da por la situación socio económica del país y al llegar mi papá se dedicó a la albañilería y mi mamá a ser empleada doméstica”, recuerda el joven profesional.
Tras un período como inquilinos en alquileres varios, en 1998 se mudaron al asentamiento Los Eucaliptus de Quilmes. “Ya no podíamos pagar el alquiler, Argentina no venía bien económicamente y mis viejos no conseguían trabajo. En ese contexto se da la posibilidad de tener un pedazo de tierra aunque sea en un asentamiento. Mi papá lo compra y viví ahí hasta el año 2006 cuando me pude mudar con quien es mi esposa actualmente”, explica el colega.
El Dr. Quiñonez perdió a su padre cuando era chico y conoció la solidaridad y unión que caracteriza a los vecinos del barrio donde creció. Sin olvidar sus raíces, detalló cómo eran sus días cuando por la mañana había que ir al trueque o salir a juntar cartones, plásticos o todo lo que se pueda vender; luego del mediodía llegaba el momento de ir a la escuela primaria N° 36 de Quilmes desde la que se volvía caminando los tres kilómetros de distancia hasta su casa por no tener para el colectivo; y finalmente cambiarse la ropa para salir nuevamente a la calle a juntar lo que algún que otro supermercado les daba en verdura, cajas o lo que fuera. “La gente del barrio se cuida entre ellos. Cuando falleció mi papá todos ayudaron económicamente”, destaca.
La vida universitaria no fue más fácil sino que lidió con varios escoyos que pudo atravesar, aunque cuenta que en varias oportunidades estuvo a punto de dejarlo todo. Recuerda que cursando el CBC de la UBA “en casa a veces no había ni para poder cocinar. Por ejemplo, lo que en Argentina le dicen buñuelo en Paraguay le decimos tortilla, y no teníamos ni para fritarlo. Entonces apenas lo tostábamos y salía algo similar a un panqueque. En ese contexto yo me acomodaba los horarios para cursar y eso hacía que en dos oportunidades le planteara a mi mamá dejar los estudios”.
Las ganas de un mejor futuro, junto al acompañamiento de quien años más tarde sería su esposa y socia, hicieron que el profesional alternara sus cursadas con trabajos de todo tipo hasta que llegó la oportunidad de ingresar como asistente contable en una multinacional. Desde ese momento las cosas empezaron a cambiar y si bien nunca olvidó de dónde venía, pudo empezar a construir el presente que siempre soñó para él y su familia.
“Damos un servicio de charlas o asesoramiento a quienes no tiene el conocimiento sobre su monotributo, por ejemplo; entonces les explicamos para qué sirve y que entiendan que están desarrollando una actividad. Me pasa que al ser de la colectividad paraguaya se acercan mucho los paisanos que solo hablan guaraní y como yo lo hablo tenemos una relación más fluida”, se explaya el Dr. Quiñonez quien junto a los conceptos de su esposa desde lo jurídico buscan no solo tender una mano amiga, sino hacer posible que otros vecinos no tengan tantas complicaciones para desarrollarse como las tuvo él en sus inicios. “La tarea es completa porque incluso mi señora evacúa dudas relacionadas tanto con la violencia de familia o género hasta laborales”.
La pandemia no limitó la tarea y el contacto con el barrio se mantuvo. “Como dice un amigo: comer en Puerto Madero con un cliente esta buenísimo; pero tomar un mate en el pasillo del barrio tiene su encanto. Por eso no dejo de ir, incluso ahora voy los fines de semana porque estamos arreglando una construcción”, agrega el colega y finaliza: “Venimos de la Universidad Pública con mi señora; tender una mano y devolver lo que nos dieron a nosotros es lo mejor que podemos hacer”.