Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Desde hace tiempo ha empezado a hablarse mucho de la importancia de la imagen personal no solamente asociada a la moda y las mujeres, sino también a los ámbitos laborales, sociales y políticos.
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de imagen personal? y ¿por qué es tan importante?
Según estudios psicológicos nuestro cerebro demora solo unos siete segundos en formar la primera impresión respecto de una persona. Está preparado para llegar a una conclusión rápida con muy poca información. Esa conclusión estará determinada en un 55% por la apariencia (la imagen); un 38% por el tono de voz y los gestos; y sólo un 7% por lo que se dice o expresa verbalmente. Es decir que las personas primero miran para luego escuchar un tono de voz y, por último, prestar atención al significado de las palabras. En relación a ello, vale una frase de Mick Jagger que afirma: “Mientras mi cara esté en la portada, no me importa lo que digan de mí en la página diecisiete”. Claramente una imagen puede más que mil palabras.
Ahora bien, los mismos estudios también revelan que pasados esos segundos iniciales sólo tendremos treinta segundos más para redireccionar o fortalecer el juicio emitido por la otra persona.
Por ello la imagen es nuestra principal herramienta de comunicación, nuestra carta de presentación. A través de la imagen proyectamos hacia los demás y los demás perciben lo que somos. Esto aplicado al plano laboral puede ser decisivo a la hora de obtener un empleo o captar un cliente nuevo. Es muy importante, entonces, potenciar virtudes y disimular defectos.
Inmediatamente aparecen los interrogantes: ¿Somos víctimas de una sociedad en exceso superficial que juzga las personas más por la fachada que por su valía personal y profesional? ¿La construcción de una imagen significa que debo pretender ser alguien que no soy? Por supuesto que no: La primera impresión deja una huella imborrable. Tanto que en muchas ocasiones no hay una segunda oportunidad. Refugiarnos en la excusa de que esto responde a una sociedad frívola o superficial no ayuda en absoluto.
Tenemos que ser conscientes, aprovechar las ventajas de esta realidad y evitar ser víctimas de un descuido irreparable. Son 'los otros' quienes nos definen y hay que controlar qué información les estamos ofreciendo. Ahora bien, la imagen se construye desde adentro hacia afuera y debe guardar concordancia con nuestra esencia, con nuestra identidad. No pretenderemos ser perfectos sino coherentes, honestos, generosos, aplicados y respetuosos. Y esas cualidades las proyectaremos desde:
1) Indumentaria (ropa, higiene personal)
2) Comunicación verbal (tono de voz, intensidad)
3) Comunicación no verbal (los gestos, la postura)
Para potenciar la imagen deseada debe existir una total coherencia entre los tres puntos mencionados anteriormente. El objetivo a lograr es que nuestra imagen impacte, convenza, cautive. Para ello debemos resaltar las cualidades con las que queremos que nos asocien: confianza, accesibilidad, innovación, elegancia. Somos seres únicos e irrepetibles. Si aprendemos a aprovecharlo ése es nuestro súper poder. Un ejercicio que suele ser de mucha utilidad es el de pensar cómo nos gustaría ser recordados y, a partir de ahí, trabajar en la construcción de nuestra “marca personal”.
En este sentido los colores también juegan un rol importante porque evocan emociones diferentes. Por ejemplo, el color azul se asocia a seguridad, calma, honestidad y confianza, por ello es uno de los colores más utilizados y el elegido por políticos e instituciones bancarias. El rojo es energía, amor, audacia, pasión. Es importante saber que algunas personas lo rechazan por su fuerza. El naranja se asocia a alguien feliz, sociable,
amigable. El amarillo es sinónimo de lógica, optimismo, visión. El verde es naturaleza, crecimiento, frescura y se asocia a la salud. El violeta es imaginación y creatividad. El negro se relaciona con lo sofisticado, lujoso, formal, y representa el estatus, la autoridad. El blanco es pureza, pulcritud, claridad.
Los colores por si solos tienen una comunicación y cuando los combinamos entre sí se consiguen distintos mensajes. Por ejemplo, el blanco y negro unidos transmiten: seriedad, respeto, dinamismo, etc. Vale como ejemplo el color de las corbatas de los dirigentes políticos que dependiendo del discurso, el partido o las circunstancias particulares de una determinada intervención usan tonalidades alineadas al traje o totalmente contrastadas. Todo dependerá de lo que se quiera proyectar y transmitir. En este sentido será más probable ver corbatas rojas en representantes de un partido revolucionario y corbatas azules en representantes de partidos conservadores.
En líneas generales los colores cálidos (amarillo, naranja) aportan: tranquilidad y cercanía. En cuanto a los colores fríos (azul, negro) distancia, seriedad y frescura.
En tiempos en que cada individuo lleva un teléfono que es a la vez cámara fotográfica y de vídeo y con el que cualquier acción desafortunada puede ser registrada y subida a las redes sociales, arruinando para siempre en segundos una reputación construida a lo largo de años, la importancia de la imagen ya no puede ser negada. Al igual que se trabaja para estar al día en conocimientos, habilidades y competencias, también hay que saber tratar a la imagen personal y profesional como lo que es: una herramienta de comunicación de valor.
En el desarrollo de nuestra profesión, sea en forma individual o en una corporación, escuchamos frecuentemente decir que “estamos en la era de la experiencia del cliente”. Esa experiencia va a ser impactada directamente por nuestra imagen personal.
A mis veinticuatro años y con el título bajo el brazo y muy poca experiencia conseguí mi primer trabajo en un Estudio Contable. Era la única profesional con título universitario en el equipo liderado por un Contador con vasta experiencia. Y además era mucho más joven que el resto de los integrantes experimentados. Rápidamente entendí que si quería ser valorada como una profesional idónea no solamente tenía que estar actualizada, dispuesta y concentrada en mis objetivos, sino que también tenía que dejar mis jeans rotos ultra modernos
colgados en el placard para ocasiones que no estuvieran relacionadas con el ejercicio de mi profesión. Es que no solamente se trata de “ser”, sino también de “parecer”. Es que la imagen profesional juega un factor primordial en la atención al cliente. De la percepción que tenga el cliente dependerá su valoración del producto o servicio recibido y su experiencia.
Por último, estos son algunos consejos a tener en cuenta a la hora de construir nuestra imagen personal: la vestimenta debe ser impecable y apropiada, el tono de voz debe ser claro y con un volumen moderado, es muy importante mantener el contacto visual, utilizar gestos abiertos (no cruzar los brazos), ser natural, seguro y auténtico, respetar la puntualidad, no invadir el espacio físico de la otra persona, evitar interrupciones innecesarias, mantener la postura erguida y, por sobre todas las cosas, sonreir. Nuestro cerebro es social y, por ende, sensible a las señales sociales positivas. Recordamos mejor a las personas que sonríen.
“Las apariencias importan, no olvides sonreir”. Nelson Mandela
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