Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Licenciado en Administración de Empresas, Magíster y Doctor en Economía, Gastón Vigo fundó en 2018 el Movimiento de Solidaridad Akamasoa Argentina, una Fundación que tiene como objetivo principal erradicar la pobreza del país, siguiendo los pasos y el camino que inició, hace más de treinta años, el padre Opeka. Con manos a la obra y voluntarios y voluntarias que pusieron el hombro junto a él, eligieron un lugar para la concreción del proyecto: la localidad de Lima, en Zárate. Situada en una zona cercana al camino de autopista de Buenos Aires a Rosario, a pocos kilómetros de la Ruta Nacional 9 y del Río Paraná. Akamasoa ya cuenta con más de 500 voluntarios, cuatro hectáreas propias de territorio y el comienzo del proyecto de construcción de 69 viviendas de 78 m2.
Además del proyecto de urbanización y vivienda, el Movimiento Akamasoa en nuestro país ya avanza con programas de escolarización, formación profesional en oficios, sitios de asistencia sanitaria, huertas en tierra e hidropónicas, desarrollos sustentables, urbanización comunitaria y otras actividades.
En 1976, el cura argentino Pedro Opeka visitó por primera vez en una misión el país africano de Madagascar, el quinto más pobre del mundo. Allí vio las necesidades irresueltas al extremo como nunca antes. Niños, niñas, padres, madres, abuelos, abuelas; todos revolviendo bolsas de un basural enorme a cielo abierto, compitiendo contra ratas y cerdos por ver quién se llevaba el mejor trozo de comida. Esa realidad, tan cruda, lo movilizó tanto que tomó una decisión que cambiaría su vida, y sin saberlo, la de miles de personas más: regresar.
Así fue que, algunos años después, en 1989, comenzó a organizar lo que luego sería una historia magnífica: la fundación de Akamasoa, una ciudad en la región de Analamanga del mencionado país, en donde hoy viven más de 29 mil habitantes. Opeka construyó allí, en ese mismo basural que había visto, 22 barrios, 4000 casas, escuelas de todos los niveles educativos, centros de atención médica e infraestructura de todo tipo. Hoy, habiendo ayudado a más de 500 mil personas a salir de la pobreza con su organización, es candidato al Premio Nobel de la Paz.
Esa historia de dignidad y lucha por el prójimo llegó a los oídos del joven Gastón Vigo Gasparotti, quien no pudo despegarse jamás de la idea de pensar que esa realidad podría trasladarse y ser modificada también en nuestro país. Licenciado en Administración de Empresas, Magíster y Doctor en Economía, Vigo fundó en 2018 el Movimiento de Solidaridad Akamasoa Argentina, una Fundación que tiene como objetivo principal erradicar la pobreza del país, siguiendo los pasos y el camino que inició, hace más de treinta años, el padre Opeka. Revista Realidad Profesional dialogó con él e indagó sobre el proyecto, sus orígenes, su identidad, y sus ideas a futuro.
“Decidí estudiar esta carrera porque en mi casa siempre me enseñaron que el hecho puntual de aprender, de perseguir tus sueños, siempre fue una oportunidad para poder dar trabajo, generar un capital, pero no solo eso, sino también de ayudar a cientos de familias”, comienza contando Gastón Vigo. Es que, según afirma, el conocimiento de las estructuras económicas puede ayudar a pensar con mayor claridad un plan de crecimiento. Y hubo también una pregunta disparadora: “¿Cómo puede ser que vivamos en un subdesarrollo crónico que mata la esperanza de millones?”. “Eso me llevó a estudiar el magíster en economía y después el doctorado, pensando en que la investigación podía también servir en toda la práctica de erradicación de la pobreza. Hay que tener un marco teórico adecuado, porque trabajamos con vidas humanas y no hay mucho margen de error”, expresa.
Antes de conocer la historia del padre Opeka, en Vigo ya rondaba la idea de ayudar a los demás. “El origen de la sensibilidad social está en mi madre. Recuerdo que cuando yo era muy chiquito, ella siempre decía ‘hoy va a tocar el timbre Carlitos’, que fue el primer chico con pocas posibilidades que recuerdo. ‘Así que por favor hagan un lugar, preparen la carpeta que vamos a enseñarle matématica’, decía mi mamá. Así aprendimos. Y también mi padre, que siempre ha sido una persona que entendió que por más posibilidades que tenga, jamás debía dejar de ayudar para que otros tengan la posibilidad de lograrlo”.
Esa perspectiva de la vida lo llevó a involucrarse en voluntariados, misiones y actividades solidarias concretas. “Y cuando uno conoce la experiencia de vidas ultrajadas es imposible mirar para el costado. Dejás de ignorar el dolor del prójimo para predisponerse a ayudar”, define.
¿Por qué Argentina, por qué la Provincia de Buenos Aires, por qué Lima? La respuesta de Vigo es cruda y contundente: “Buenos Aires es la provincia con más villas del territorio argentino. El 73% de los niños menores de 17 años son pobres en ese territorio. Este dato es durísimo y nos habla de un presente decadente que lastima y roba infancias, que impacta en los adultos que el día de mañana tendrán que enfrentar el mundo laboral sin las capacidades que se demandarán”, expresa el Dr. en Economía, que agrega: “Lima, además, es un pueblo que vive con el dolor de las fábricas que cerraron, de la tranquilidad que desapareció, de las villas miserias que crecieron en un pueblo de menos de treinta mil personas”.
Pero para llegar a la actualidad, en donde Akamasoa ya cuenta con más de 500 voluntarios, cuatro hectáreas propias de territorio y el comienzo del proyecto de construcción de 69 viviendas de 78 m2, hubo que pasar también momentos difíciles. “El 11 de mayo de 2020 nos quedamos sin nada. Estábamos en un lugar en comodato y a veces es lo que pasa cuando no tenés un lugar propio: de un momento a otro, un espacio en donde podíamos trabajar, no lo teníamos más. Nos quedamos sin nada y eso te hace mucho más humilde, más centrado. Eso significaba no tener lugar donde trabajar, no tener de qué manera percibir donaciones. Uno sufre decepciones, hay cosas que suceden”, cuenta el Fundador. Allí también, recuerda con cierta emoción, una humilde familia que trabaja junto a ellos y es parte del proyecto, ofreció su casa para guardar la mercadería y lo que sea necesario. “Esos son los ejemplos de integridad”, afirma.
En diciembre de 2020, a través de donaciones, Akamasoa pudo adquirir un campo de cuatro hectáreas en donde ya se comenzaron a construir las primeras plateas de algunas viviendas. “Fue todo muy vertiginoso, y eso habla un poco de los voluntarios y de las familias, que son nuestros compañeros de laburo”, continúa Vigo.
Además del proyecto de urbanización y vivienda, el Movimiento Akamasoa en nuestro país ya avanza con programas de escolarización, formación profesional en oficios, sitios de asistencia sanitaria, huertas en tierra e hidropónicas, desarrollos sustentables, urbanización comunitaria y actividades tendientes “a fomentar el trabajo, la educación, la constancia, el deporte, la cultura y el cuidado del medioambiente, apuntados tanto a mejorar la calidad de vida de los niños, adolescentes y adultos como el del grupo familiar en el que se encuentran insertos”.
El objetivo de Akamasoa en nuestro país es el mismo que el de Madagascar y el mismo que el de otras organizaciones a lo largo y ancho del mundo: ayudar a quienes más lo necesitan. Y el objetivo está más que claro en el fundamento redactado tras su fundación: “Para nosotros el país no es una herencia de nuestros padres sino por el contrario, un préstamo que le entregaremos a nuestros hijos. La pobreza es una realidad contundente. Su magnitud se puede contabilizar en cifras asombrosas y vergonzosas: tenemos 4800 villas en el territorio nacional. Tan obsceno es aquello, que si uno las juntase a todas, su superficie sería mayor que la de Capital Federal”, se expresa en la página web oficial de la fundación. Como acostumbra, Vigo agrega a eso otra frase corta y tajante: “No hay tiempo para perder: este camino de erradicación de la pobreza es tan lento que agregarle burocracia es criminal”.
El Dr. Gastón Vigo impulsa su voz también hacia quienes hoy pueden tener las mismas inquietudes que tuvo él mismo hace algunos años. “No hay que vivir con culpa el hecho de tener un sueño, de tener capital, de dar trabajo. Ser empresario en Argentina, estar en el mundo corporativo, privado, en un país que tiene la presión impositiva más alta de la región y la segunda más alta del mundo; estar en un país donde tuvimos tanta devaluación, recesión, inflación y hacer que una empresa sea productiva, es para sacarse el sombrero. Pero también estamos en un país en donde lamentablemente de los 23 millones de personas que están en edad de trabajar, 9 millones no terminaron la secundaria. Entonces, lo que queda, además de eso, es ayudar a los demás”, concluye.