Sin perder de vista el pasado -el reciente y el de los últimos 60 años-, el autor analiza el presente y señala los sectores prometedores de la economía argentina para los años venideros. De su desarrollo dependerá el futuro de las cuentas nacionales; la eficiente distribución de los ingresos que ellos generen permitirá detener las cifras de la pobreza en crecimiento.

ARTÍCULO PUBLICADO EL viernes 22 de octubre
Edición N. 123 - Septiembre / Octubre 2021

NOTAS DE AUTOR

Dr. Pablo Bolino Dr. Pablo Bolino Licenciado en Economía (Tomo 2, Folio 239,
Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires)

Integrante de la Comisión Provincial de Economía de este Consejo prfoesional

De dónde venimos

En los últimos 60 años, pasamos 14 periodos de recesión, poco más de 1 recesión cada 4, 5 años, es decir un cuarto del último tiempo estuvimos en recesión donde el promedio de duración de los procesos de recesión va entre 1 y 3 años

Argentina es un paciente crónico con inflación debido a sus reiterados desequilibrios macroeconómicos, entre oferta y demanda agregada que han generado impactos negativos en la sociedad en su conjunto. Se han aplicado un amplio abanico de políticas económicos, desde una economía totalmente cerrada y asistida por un gobierno, hasta la casi máxima expresión de liberalismo donde el mercado regulaba la economía.

El resultado, es el mismo en todos los casos: periodos cortos de crecimiento fuerte, seguidos por inestabilidad o tensión cambiaría ante la falta de dólares -porque en términos netos importamos más de lo que exportamos- y luego crisis económica primero y más tarde política. Siempre el mismo denominador común: fuerte deterioro social, casi el 50% de los argentinos somos pobres.

Durante los distintos periodos que tomemos para analizar, desde el punto de vista fiscal, siempre cuentan con el mismo problema: el déficit público recurrente, es decir, que el gobierno gasta más de lo que recauda. Para sanear esta situación, el estado para financiarse cuenta con 3 alternativas: emite dinero, toma deuda o incrementa impuestos.

Cualquiera de los instrumentos disponibles, usados en su justa medida, permiten una senda de crecimiento sostenible y razonable, además de ser “la formula” que implementa el común de los países, inclusive de la región para llevar a cabo sus políticas macroeconómicas. En Argentina nos hemos enamorado de algunos instrumentos y los usamos de más, en el sentido que profundizamos su utilización sin combinar con otros instrumentos y medidas económicas que terminan en el resultado que tanto conocemos: crisis.

 

Cómo estamos

La situación actual no dista mucho de los primeros periodos de los nuevos gobiernos. Generan alta expectativa, gran apoyo popular y buenos pronósticos económicos.

La irrupción de la pandemia, afectó a todos los oficialismos tanto en Argentina como en el mundo, aunque distó mucho de la gestión de salud y de la economía, inclusive en los países de la región.

Ante un hecho fortuito como una pandemia, la situación económica argentina no fue muy distinta a su historia y a la gestión durante las crisis: deterioro de las variables macroeconómicas que traen como consecuencia fuerte volatilidad del tipo de cambio y por ende limitaciones a las importaciones y el acceso a dólares en general, lo que se ve reflejado a mediano plazo en la falta de insumos al persistir este tipo de políticas.

Se han aplicado un amplio abanico de políticas económicos, desde una economía totalmente cerrada y asistida por un gobierno, hasta la casi máxima expresión de liberalismo donde el mercado regulaba la economía.

Ante un panorama de fuerte recesión -baja del PBI a niveles del 2001, fuerte desempleo, sobre todo en sectores informales y principalmente en jóvenes, y aumento de pobreza a niveles de 40%-, el gobierno plantea la forma para orientar la economía con una fuerte estimulación de la demanda, por medio de fuertes transferencias a diferentes sectores sociales.

A su vez se propone aumento de impuestos, no solo a grandes fortunas, sino que también permite a las provincias -a través de la modificación del Consenso Fiscal- dar libertad para aplicar impuestos provinciales como ingresos brutos, entre otros; también a quienes atesoran dólares -tanto personas físicas como jurídicas- con el conocido Impuesto País.

Vaca Muerta -una de las reservas más grandes de shale oil- tiene potencial para generar divisas.

Indudablemente el Estado necesita mejorar su recaudación por la baja en el consumo y recurre a herramientas en algunos casos de dudosa capacidad recaudatoria e inclusive legal, pero que generan solo perspectivas de mayores costos fiscales a futuro en medio de la gran incertidumbre que genera la pandemia.

En medio de este contexto se inscribe el acuerdo con el FMI, lo que para algunos es el talón de Aquiles para el gobierno, en pos de continuar con oxígeno para seguir con políticas que estimulen la demanda agregada.

Aquí se abre un gran signo de interrogación con respecto al futuro, porque el acuerdo implica algunos compromisos fiscales que el gobierno no ha dado muestras al día de hoy de tener intención de cumplir. Por un lado, reducción del déficit fiscal que para este año alcanza 5% del PBI -la mitad que el año 2021-, y luego reducción progresiva de la alta carga impositiva (Argentina se encuentra dentro de las economías con mayor presión fiscal, en la región y hasta en el mundo, según informes del Banco Mundial).

Como toda negociación y con voluntad de acordar, ambas partes cederán para alcanzar un objetivo común. Dato no menor es que Argentina es uno los mayores acreedores del FMI, lo que algunos ven como una fortaleza y otros como una debilidad al momento de negociar.

Ante un hecho fortuito como una pandemia, la situación económica argentina no fue muy distinta a su historia y a la gestión durante las crisis.

La coalición gobernante muestra fisuras para enfrentar situaciones y planes de acciones ante la realidad misma. La falta de conducción política se transmite a la economía real y pone en jaque las decisiones de consumo e inversión ante un panorama de gran incertidumbre.

 

Hacia dónde vamos

El impacto de la pandemia cambió el paradigma económico mundial. La irrupción de la tecnología llegó para quedarse y Argentina tiene la oportunidad de subirse y si no lo hace va a quedarse fuera de juego, en este nuevo paradigma que se presenta como una nueva revolución industrial.

El norte argentino posee la cuarta producción mundial de litio y se busca elaborar productos finales.

Con respecto al sector energético, Argentina tienen un gran potencial en Vaca Muerta. Es una de las reservas más grandes del mundo de shale oil, y en función del precio del petróleo tiene un potencial para poder generar divisas. El camino ya está hecho, hay inversiones millonarias realizadas y esperando despegar, aunque el tema central de la discusión es el tipo de cambio. Por un lado, cuánto se va a pagar a las empresas y después la forma en que retornan a las casas matrices. Aquí volvemos al punto en común de las crisis argentinas: la restricción al acceso de dólares.

Con respecto al sector minero, la mirada está puesta en el oro blanco o litio utilizado en baterías para aparatos tecnológicos. El norte argentino concentra la cuarta producción mundial del mineral que junto con Bolivia y Chile concentran el 80% de las reservas del mundo. Se está trabajando sobre el marco legal y ya hay proyectos en Argentina para elaboración local de productos finales.

Con respecto al sector agroexportador, un clásico argentino, la discusión es sobre la presión impositiva, aunque depende fuertemente de la demanda mundial -China principalmente- y de los efectos de la naturaleza –se avizoran problemas climáticos que pondrán en una situación delicada al sector en particular y al ingreso de divisas en general-.

Con respecto al sector de servicios, el desarrollo de servicios informáticos presenta una fuerte demanda mundial y junto con la alta capacitación de los recursos humanos locales, combinado con el tipo de cambio competitivo y una ley para el sector, genera fuertes expectativas para lograr dólares para la Argentina.

La discusión de fondo debe ser sobre una profunda modificación del sistema impositivo, por un lado para ser ágil, eficiente y acompañar a las empresas -a las pequeñas y grandes- y por otro lado, un estado que acompañe a las pymes y no que sea socio sin aportar bienes y/o servicios públicos. Países de la región vecinos ya lo están haciendo y Argentina compite con ellos para poder recibir inversiones, para generar crecimiento y empleo y alcanzar un equilibrio macroeconómico necesario para poder desarrollarse con estabilidad y de forma sostenida.

Argentina es uno los mayores acreedores del FMI, lo que algunos ven como una fortaleza y otros como una debilidad al momento de negociar.

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