Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Probablemente, estamos asistiendo a la época en donde los cambios de producción y modelos de negocios sean los más vertiginosos de la historia. A pesar de no contar con grandes modificaciones estructurales, sí se dan constantemente nuevas maneras -y sobretodo, debates- de optimizar dicho accionar. En ese sentido, el cuidado del medio ambiente se volvió uno de los temas prioritarios a la hora de repensar los nuevos sistemas de productividad.
¿Por qué? Básicamente, porque se ha convertido en una preocupación real de la población a lo largo y ancho del planeta. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el 64% de la población cree que el cambio climático “es una emergencia”, dato que varía según la región. El porcentaje más alto se lo llevan Reino Unido e Italia, cuyos encuestados, en un 71% se mostraron con suma preocupación con respecto al tema. Unos lugares más abajo se ubica nuestro país: según indica el informe, el 58% de los argentinos y las argentinas también consideran que existe en la actualidad una emergencia climática.
Pensando en el futuro, el dato se amplía y se vuelve aún más específico: en el sector poblacional joven, el 70% lo considera como un tema prioritario. El dato se desprende de una encuesta realizada por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.
Tras esta base de inquietudes y proyección en el porvenir es que surge el concepto de Economía Circular. Si bien el concepto surge a mediados de 1980, el término es sin dudas uno de los conceptos “estrella” del Siglo XXI, particularmente en los últimos años. La economía circular es un modelo de producción que intenta modificar el paradigma estipulado por la economía lineal de extracción-producción-consumo-desperdicio. Frente a eso, se propone un modelo que consta en la optimización de los recursos, la reducción en el uso y consumo de materias primas para la producción y el aprovechamiento de los residuos para que puedan ser reutilizados. En este tipo de modelo productivo, el objetivo es también que los recursos se mantengan en la economía el mayor lapso de tiempo posible, dándose también una interrelación entre industrias a partir del uso de residuos como nuevas materias primas.
Para tomar dimensión: en Argentina, según datos oficiales del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, se genera, en promedio, 45.000 toneladas diarias de residuos sólidos urbanos. Es decir, eso equivale a la producción de una tonelada de basura cada dos segundos. La economía circular busca, entonces, terminar con aquel concepto de “fin de vida útil” y tiene la capacidad de operar en todos los niveles productivos: tanto en lo micro (empresas y consumidores), a un nivel medio (como parques industriales) y a un nivel macro (ciudades, países, amplios territorios).
En principio, como ante toda propuesta de modificación en un sistema productivo, las dudas (lógicas) que surgen es si, más allá del cuidado del medio ambiente y de cambio las lógicas productivas, este nuevo paradigma es sustentable también en términos económicos, en generación de empleo, o si es un aspecto al que hay que “descuidar” o “ceder” frente a la importancia del cuidado ambiental. La respuesta es tajante: no sólo no influye de manera negativa en las ganancias, sino que por el contrario, se estima que también puede generar una mayor fuente laboral que las industrias que emplean un sistema lineal. ¿Cómo sería esto?.
En primer lugar, analistas aseguran que a mediano y largo plazo, las ganancias de las industrias con economía circular tienden a maximizarse. En ese sentido, la Fundación Ellen MacArthur elaboró un informe en donde manifiestan que la Unión Europea, desarrollando al ritmo actual este tipo de producción, crecerá en 0,9 billones de euros de aquí a 2030. El por qué es simple de explicar: la reutilización de insumos, la reconversión de productos en materias primas, genera una significativa reducción de costos a la hora de producir.
En el informe de la mencionada Fundación se asegura: “Estos cambios en los insumos y productos de las actividades de producción económica afectan al suministro, la demanda y los precios de toda la economía, propagándose a todos los sectores de la economía y provocando una serie de efectos indirectos que pueden incrementar el crecimiento total. Entre esos efectos se incluye el incremento del gasto y de los ahorros que resulta del aumento de la renta familiar, lo que a su vez se traduce en una mayor remuneración de la mano de obra. Juntos, estos efectos contribuyen a una variación positiva del PIB. En una senda de desarrollo económico circular, el PIB europeo podría crecer hasta un 11 % para 2030 y un 27 % para 2050, comparado con los porcentajes del 4% y el 15 % del escenario de desarrollo actual”.
Si bien, por lo general, los informes apuntan al panorama europeo, se manifiesta también que “los retos son universales y las conclusiones también pueden aplicarse direccionalmente a otras regiones”.
Por otro lado, también se indica que en este nuevo tipo de industria, las fuentes y oportunidades laborales no se van a limitar únicamente a la mano de obra en las grandes corporaciones, sino por el contrario, apunta a favorecer a los sectores industriales, a través de una “logística inversa local”, de pequeñas y medianas empresas, con un desarrollo también apuntado a los servicios y a los emprendimientos menores.
A ciencia cierta, no existe un listado puntual y específico de cuántos modelos de negocios bajo economía circular se pueden impulsar. Al ser un modelo que está en auge y expandiéndose, son constantes los debates y actualizaciones respecto a qué caminos y procesos tomar a partir de él. Sin embargo, podemos identificar algunos rasgos puntualmente identitarios de este tipo de modelo. En líneas generales, se pueden destacar cinco tipos:
Modelo de suministros circulares: Uno de los principios más importantes de la economía circular se basa en este tipo de modelo, en donde se utilizan para la producción, materiales reciclables y el uso de energías renovables, tales como la energía eólica, solar, hidráulica, geotérmica, etcétera. En Argentina, son varias las empresas que se rigen bajo este sistema, ya sea en su totalidad o bajo modalidad mixta, utilizando energías renovables y no renovables. Algunos ejemplos de empresas en crecimiento Genneia S.A., la líder nacional en ese sector, siendo el principal inversor en proyectos de energías renovables en el país, alcanzando el 25% de la capacidad instalada de energía eólica de Argentina; NEU Ingeniería, compañía que trabaja en áreas de Ingeniería, Mantenimiento, Obras y Servicios asociados; y JEMSE, una empresa del Estado que tiene el objetivo de “promover el crecimiento económico, social y medioambiental de la provincia de Jujuy a través de alianzas público-privadas para el desarrollo de energías renovables, minería y sus actividades complementarias”. Muchas de ellas, se encuentran asociadas a la Cámara Argentina de Energías Renovables.
Modelo de recuperación de recursos: En este caso, la energía y los recursos se obtienen a partir de la recuperación de residuos o desechos. El caso más significativo de este tipo de modelo, a nivel mundial, es sin dudas el de Adidas: la multinacional lanzó una línea de zapatillas fabricadas únicamente con residuos plásticos recolectados y reciclados extraídos océanos y mares. Cada par se fabricaba a partir de alrededor de 11 botellas recicladas y tras su lanzamiento se vendieron más de un millón de unidades. En cuanto a empresas nacionales, podemos destacar a Daravi, una empresa que desarrolla productos de decoración del hogar, accesorios y ropa con descartes industriales. En la actualidad, trabajan para más de 70 empresas. Otro ejemplo es Fracking Design, empresa fundada por tres hermanas que se dedica a la fabricación de productos de marroquinería premium con residuos que descartan las petroleras en Vaca Muerta.
Modelo de prolongación de la vida útil del producto: Bajo este modelo, la premisa es reparar/actualizar y revender determinados productos para prolongar su vida útil. La plataforma Wallapop es pionera en impulsar este modelo: creó un mercado virtual de reutilización de objetos que en la actualidad cuenta con más de 40 millones de usuarios y 100 millones de productos a la venta. Space Gurú es un caso similar de una empresa argentina: es una plataforma que ofrece la posibilidad de encontrar productos que diferentes personas quieren donar o intercambiar, para poder así reutilizarlo.
Modelo de uso compartido de plataformas: En algunos aspectos similar o con puntos de coincidencia con el modelo anterior, pero con una particularidad distintiva: acá no se trata de un intercambio de productos, sino únicamente de compartirlos y darle una doble o triple utilidad en simultáneo. De esto se desprenden muchas variables: desde compartir maquinarias o tecnología, hasta las plataformas que conectan personas, pequeñas y medianas empresas con intereses similares. Por ejemplo, Farmidable es una plataforma española, con sede en Madrid, que conecta a pequeños productores agropecuarios que comparten necesidades y ayuda.
Modelo de producto como servicio: Uno de los modelos que más crecen entre los usuarios, consta de alquilar por un tiempo determinado productos o espacios durante un período en que su dueño no lo use o lo necesite. En torno a empresas que lo llevan adelante, podemos encontrar Drivy, cuyo eje principal es el alquiler de autos; así como ParkFy, que hace lo propio pero en torno a garages de hogares que no cuentan con auto o cuentan con espacio suficiente como para sumar otro vehículo. A nivel nacional, en este modelo se destaca Alquilerium, un marketplace argentino que tiene características similares a las mencionadas.