Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Desde hace algún tiempo, en diversos ámbitos, comenzó a hablarse de la transición hacia la Cuarta Revolución Industrial, también conocida como Industria 4.0. ¿De qué se trata?. Esta nueva “revolución”, que comenzamos a habitar, está ligada específicamente a la acumulación y análisis de grandes bases de datos (big data), el desarrollo de algoritmos para su procesamiento y la interconexión de sistemas. Los primeros estudios al respecto de las empresas que trabajan bajo un modo de industria 4.0, obtuvieron mejores resultados económicos que les permitieron ampliar su plantel de trabajadores y trabajadoras en refuerzo de diversas áreas, algunas con especial cualificación.
En abril de 2021, se presentó a nivel nacional un “Plan de Desarrollo Productivo Argentina 4.0”. El programa, según se indica de manera oficial, consiste en 56 medidas “orientadas a difundir, financiar o facilitar la incorporación de estas tecnologías en las empresas”. Entre los beneficios de su aplicación, destacan el hecho de poder optimizar el consumo de energía, reducir los tiempos y abaratar el mantenimiento de la maquinaria, con una inversión inicial de $12.500 millones.
Hablar de “revolución” suele ser difícil: un término que en reiteradas ocasiones es popularmente utilizado en medios y que pocas veces reafirma lo que significa: un cambio de paradigma, un punto de inflexión, una modificación estructural de lo que hasta el momento está establecido. Cuando hablamos de revoluciones industriales, las tres conocidas, sí que lo fueron: la primera, ocurrida en la segunda mitad del siglo XVIII, donde la humanidad cambió para siempre y transformó su lógica de producción, basada en la agricultura y el comercio, para pasar a un proceso de industrialización y mecanización, pasando también de lo rural a lo urbano.
La segunda revolución industrial surgió a partir de 1870 y se extendió hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914: con una incipiente “globalización”, se sumaron nuevos materiales y recursos (metal, gas, electricidad, acero, petróleo) y también nuevos sistemas de transporte y comunicación (avión, automóviles, teléfonos, radios).
La tercera, por su parte, es más reciente: reconocida formalmente en junio del 2006, se trata de la revolución industrial que incorpora en su desarrollo dos ejes fundamentales: las nuevas tecnologías de comunicación, como internet y el uso de energías renovables.
Hasta acá, lo conocido. Pero desde hace algún tiempo, en diversos ámbitos, comenzó a hablarse de la transición hacia la Cuarta Revolución Industrial, también conocida como Industria 4.0. ¿De qué se trata?. Esta nueva “revolución”, que comenzamos a habitar, está ligada específicamente a la acumulación y análisis de grandes bases de datos (big data), el desarrollo de algoritmos para su procesamiento y la interconexión de sistemas. Es decir, estamos hablando de una nueva manera de producir mediante la adopción de tecnologías 4.0 y la creación de “fábricas y empresas inteligentes”.
Si bien esta “Cuarta Revolución” está siendo fuertemente impulsada por diversos sectores y Estados del mundo, no podría decirse, hasta el momento, que es un concepto “cerrado”, sino más bien, todo lo contrario: está en una constante expansión e investigación. La “industria inteligente” está siendo, en la actualidad, uno de los grandes objetos de análisis también por los organismos internacionales, con la intención de poder optimizar su rendimiento y que eso conlleve la generación de nuevos puestos de trabajo o la creación de nuevas necesidades aplicadas. En ese sentido, un informe de investigación en conjunto entre la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Unión Industrial Argentina (UIA) asegura que “los impactos de las nuevas tecnologías no están geográficamente delimitados a los core countries (países “desarrollados” o “industrializados”). Con China a la cabeza, las estadísticas recientes confirman la enorme difusión que los avances están teniendo en las economías emergentes, y que pueden rediseñar la lógica de la división del trabajo a nivel global con asombrosa y desconcertante rapidez”. Es decir, a diferencia de otros grandes cambios en las estructuras productivas y laborales, los países en vías de desarrollo tienen la oportunidad de desarrollar una industria en términos similares a los ya históricamente desarrollados.
La incorporación de nuevas tecnologías, como siempre, trae aparejada una preocupación general: ¿Viene a reemplazar a la mano de obra humana?. A priori, se estima que lógicamente haya ciertas automatizaciones que puedan “reemplazar” o requerir menor cantidad de supervisión humana para desarrollarse. Sin embargo, los primeros estudios al respecto de las empresas que trabajan bajo un modo de industria 4.0, obtuvieron mejores resultados económicos que les permitieron ampliar su plantel de trabajadores y trabajadoras en refuerzo de diversas áreas, algunas con especial cualificación.
Sin embargo, a pesar de lo que puede estimarse en el mejor de los casos, se puntualiza en que debe ejercerse un control al respecto, para resguardar el empleo. En la “Declaración del Centenario de la OIT para el Futuro del Trabajo”, en ese mismo rumbo, expresa: “Aprovechar todo el potencial del progreso tecnológico y el crecimiento de la productividad, inclusive mediante el diálogo social como objetivo para lograr trabajo decente y desarrollo sostenible y asegurar así la dignidad, la realización personal y una distribución equitativa de los beneficios para todos”. De esa manera, destaca que, para asegurar un futuro con mayores posibilidades laborales que el presente, todos los sectores implicados, del ámbito público y privado, deben invertir en capacitaciones de sus trabajadores y trabajadoras, “para adquirir las nuevas competencias, habilidades y calificaciones requeridas en el futuro de trabajo”.
A partir de esto, y al respecto de las tareas humanas y la irrupción de la Industria 4.0, en el mencionado informe se habla de una “resignificación” laboral: “Coordinar logísticas, manejar inventarios, liquidar impuestos, proporcionar servicios, traducir documentos complejos, elaborar informes analíticos legales y diagnosticar enfermedades pueden dentro de muy pronto transformarse en ocupaciones sin participación humana. En este contexto, la antigua distinción entre empleos calificados no afectados por la tecnología y empleos no calificados reemplazables se ha ensombrecido”.
Más allá de los análisis coyunturales, se asegura sin embargo que “aún persiste la incertidumbre sobre los impactos de la automatización en el empleo de los próximos años, y en especial sobre los efectos asimétricos en países avanzados y en desarrollo”.
En abril de 2021, se presentó a nivel nacional un “Plan de Desarrollo Productivo Argentina 4.0”. El programa, según se indica de manera oficial, consiste en 56 medidas “orientadas a difundir, financiar o facilitar la incorporación de estas tecnologías en las empresas”. Entre los beneficios de su aplicación, destacan el hecho de poder optimizar el consumo de energía, reducir los tiempos y abaratar el mantenimiento de la maquinaria, con una inversión inicial de $12.500 millones. De ese presupuesto, se desprende que $1.176 millones se ejecutarán en Sensibilización y Capacitación, es decir, difusión de este tipo de tecnologías y formación para su implementación; $3.249 millones en Asistencia Técnica al respecto; $6.091 millones en financiamiento para la adopción de industria 4.0 y: $2.006 millones en Infraestructura institucional, destinada a la creación de espacios y organismos que puedan brindar asesoramiento o propiamente desarrollo de las tecnologías del sector.
El objetivo es incorporar a las diversas industrias argentinas tecnologías relacionadas a la inteligencia artificial, robots industriales, internet de las cosas, big data, blockchain e impresión 3D.
En el documento oficial del Plan de Desarrollo, se manifiesta que en torno al impacto en los modelos productivos a nivel nacional, la industria 4.0. se desarrolla “optimizando el consumo energético y la gestión de recursos materiales, mejorando el mantenimiento a partir del monitoreo de las máquinas, reduciendo los tiempos en la realización de tareas, simulando procesos con bajo costo y riesgos reducidos, evitando las fallas de fabricación, mejorando la calidad, fortaleciendo la calificación de los operarios y la organización de los recursos humanos, y creando nuevos productos en línea con las nuevas tendencias en la demanda”.
El período de transición hacia una industria 4.0 (con modificaciones de producción y económicas estructurales) se afirma, es de vital importancia para países que, como el nuestro, se encuentran en vías de desarrollo. En primer lugar, porque el “futuro” implica una fuerte inversión y decantación hacia este tipo de industria y de estructura económica. Pero también, por otro, porque no hacerlo implicaría una mayor distancia entre los países desarrollados y quienes están en vías de desarrollo, lo cual atentaría al crecimiento en términos industriales y macroeconómicos.
En ese sentido, se explica en el informe las fortalezas y debilidades de Argentina en torno a lo que demanda la Industria 4.0. Se destaca, entre los aspectos positivos, que nuestro país cuenta con un favorable capital humano, sobretodo en “lo concerniente al nivel educativo, la calidad del entrenamiento profesional y un conjunto de habilidades generales y digitales que dotan a los trabajadores de capacidades considerables y con potencial de desarrollo”.
Por otro lado, se destaca al sistema de ciencia y tecnología argentino como un punto a favor del desarrollo de este tipo de industria. Además, el tamaño del mercado argentino, por su capacidad de expansión, se presenta como otro de los aspectos atractivos.
En cuanto a las limitaciones con las que se cuenta en la actualidad, se destacan cuatro puntos principales: la falta de infraestructura en torno a la ciencia de datos (sobretodo, el uso de big data), la inestabilidad macroeconómica que conlleva un límite a la inversión, las brechas de productividad respecto a países mayormente desarrollados y un sistema financiero con poca -o nula- vinculación con el sistema productivo.