El Padre Domingo Torquatti es el sacerdote de la Parroquia Nuestra Señora de Luján en Tres Arroyos. Su vida en el sacerdocio comenzó después de haberse recibido de Contador Público, profesión que dice no ejercer, pero que lo acompaña en cada proyecto que impulsa desde su llegada a la ciudad en 1986.

Con un espíritu entusiasta inició un emprendimiento de recolección de cartones y vidrios con cuyos beneficios se propuso comenzar a construir el salón parroquial y la iglesia que la comunidad esperaba. El salón ya es una realidad, allí se llevan a cabo bailes populares y masivas ferias en las que se venden las donaciones que el Padre recolecta y por lo cual lo llaman “el cura ciruja”. El templo espera ser inaugurado pronto.

El Padre Domingo Torquatti atiende la llamada de RePro con el bluetooth de su auto y la charla sigue minutos después desde un banco en el salón parroquial que construyó luego de diez años con el fruto de la venta de cartón y vidrio, lo que recolecta desde su llegada a Tres Arroyos, en 1986, y lo que lo hizo merecedor del apodo “el cura ciruja” que lleva con orgullo. Su graduación como contador público quedó atrás, aunque no tanto, pues valido de los conocimientos adquiridos lleva a cabo una admirable obra solidaria con reminiscencia emprendedora, comercial y marketinera.

Contar con Dios

Su primera inquietud por la vida sacerdotal la tuvo a los 22 años en su Bahía Blanca natal, luego de cursar primaria y secundaria en escuelas públicas, y mientras estudiaba la carrera de Contador en la Universidad Nacional del Sur. “Eso generó desconcierto en mi casa porque en la familia no había antecedentes”, recuerda Domingo Torquatti, quien entonces accedió a la propuesta de sus hermanos de sumarse a ellos en La Plata para cambiar de aire y seguir los estudios.

En la capital provincial obtuvo las equivalencias en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata donde cursó hasta recibirse en 1973 y luego continuó estudios para ser profesor y abogado. Sin embargo, el renacimiento de la inclinación hacia la vida sacerdotal, atraído por el testimonio de San Francisco de Asís, lo convenció y a los 28 años se abocó al seminario franciscano de La Plata. “Alcancé a hacer solamente un balance. Al año de recibirme dejé todo sin tener luego más práctica profesional”, afirma Torquatti quien terminó su formación religiosa en Bahía Blanca.

Me sirvió mucho la formación humana de la Universidad.

Sobre estos cartones edificare mi iglesia

Ordenado con 37 años, el Padre Domingo Torquatti es destinado primero a Pigüé y dos años después a Tres Arroyos donde permanece desde 1986. A su llegada la ciudad tenía una sola iglesia (Nuestra Señora del Carmen); la segunda jurisdicción parroquial (Nuestra Señora de Luján) erigida en 1953 no tenía aún un templo propio. El servicio religioso funcionaba desde hace décadas en la capilla prestada por el Instituto Hogar San José de las Hermanas Luján Sierra. Había que construir un templo.

“Voy a construir la iglesia juntando cartón y vidrio” propuso apenas llegar y lo que comenzó como el sueño de un hombre de fe, pronto se convirtió en el proyecto de toda una comunidad. Primero fueron papeles y botellas, luego aparecieron donaciones de todo tipo que el sacerdote aceptaba con la expresión “Venga, venga, venga”, como si se tratara de un mensaje evangelizador. Las recolectaba en su propia camioneta para después rematarlas en encuentros que se volvieron multitudinarios. 

  • En Bahía Blanca tuvo como profesor al Padre Bergoglio, el ahora Papa Francisco; al que fue a visitar al Vaticano en 2016.
  • El Padre Torquatti se recibió de Contador en La Plata antes de dedicarse por completo al sacerdocio.
  • A su llegada a Tres Arroyos y con un viejo camión comenzó a recolectar objetos para juntar fondos con los que construir el templo.

Diez años de esfuerzo se necesitaron para construir un gran salón parroquial con baños, cocina y dependencias. “La idea era tener primero ese espacio para realizar actividades de caridad y otras que nos permitieran recaudar fondos con los que impulsar la obra del templo”, explica el sacerdote. “Allí he hecho bailes todos los sábados durante 20 años, también remates y venta de donaciones en jornadas maratónicas de 12 horas, incluso de noche”, relata Torquatti.

La obra de construcción de la Iglesia que se erige junto al salón en un predio de 50 por 50 mts. lleva ya 25 años y espera los detalles finales para ser inaugurada. “Sabrá Dios quien lo va a inaugurar, nosotros estamos de paso”, reflexiona el sacerdote.

 

Debe haber algo de la profesión

Aunque el contador Domingo Torquatti asegura que solo firmó un balance contable, es evidente que su pasión por los números en orden se observa en cada obra solidaria que gestiona.

Soy hiperactivo y quiero vida eterna porque esto no me alcanza, necesito veinte vidas para hacer lo que me gusta.

Además de los bailes populares que organizaba los sábados y que no impedían que al día siguiente diera Misa bien temprano; desde hace años coordina “el shopping de la parroquia”, tal como lo conocen todos en la ciudad. Durante horas, el padre ordena, etiqueta y pone precio a cada donación que recolecta y las expone en caballetes que cubren todo el salón.

Son miles de objetos de los más diversos que se venden en jornadas de trabajo que se repiten cada semana y que se han convertido en un atractivo de la ciudad. Si bien el padre sostiene que es un emprendimiento de caridad y de servicio, mucha gente que tiene comercio manda a los clientes al shopping porque allí pueden encontrar lo que buscan. “Es una sociedad con el señor; lo quiero mucho, nos entendemos, me inspira y la comunidad acompaña”, asiente Torquatti.

  • El templo de la Parroquia Nuestra Señora de Luján que lleva 25 años y espera inaugurarse pronto.
  • En el shopping del padre Torquatti se venden miles de artículos de todo tipo, religiosamente ordenados.
  • El templo de la Parroquia Nuestra Señora de Luján que lleva 25 años y espera inaugurarse pronto.

Quienes asisten hacen cola para entrar a la hora de la apertura y así tener más chances de asegurarse los objetos de colección que suelen aparecer allí. El portón lo abre el Padre Torquatti. Luego, los compradores con sus canastos esperan para pagar y mientras tanto se ven tentados por productos que se exhiben con lógica supermercadista. La caja la atiende el contador Torquatti.

 

Creativo, esforzado, perseverante y honesto

Así se define el padre Torquatti y agrega: “Con estos cuatro principios se puede poner un país en marcha”. A pesar de la pandemia y de haber sufrido decenas de robos, no se detiene. “Es parte de lo que nos toca vivir. No por ser cura uno está en una burbuja. Si me tiran abajo, me sacudo la ropita y sigo para adelante”, afirma tenaz incluso después de haber sido golpeado violentamente en un último episodio.

“Soy hiperactivo y quiero vida eterna porque esto no me alcanza; necesito veinte vidas para hacer lo que me gusta. Soy entusiasta y humildemente eficaz”, concluye.

Estamos todos en la fe, sin jerarquías. El primero es el último y el último acompaña a todos.

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