Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
En enero de 2022, el Banco Mundial vaticinó un crecimiento de la economía global de 4,1%. Sin embargo, hace pocos días, el mismo organismo debió rebajar las expectativas y centrarse en una realidad que muy pocos esperaban: el crecimiento será, se asegura, únicamente del 2,1%. En ese sentido, afirman que la recesión mundial es una realidad provocada por un combo de situaciones inesperadas, especialmente la pandemia y la guerra de Rusia vs. Ucrania. En el Informe de Perspectivas Económicas Mundiales, se manifiesta que la coyuntura actual podría convertirse en un período “prolongado” de escaso crecimiento y elevada inflación. Se trata de un fenómeno económico en donde paralelamente se da un aumento constante de precios (inflación) y un estancamiento de la economía. En términos generales, se determina el estancamiento cuando el Producto Bruto Interno (PBI) decrece durante dos trimestres de manera consecutiva.
Argentina mantiene las expectativas de crecimiento que pactó tiempo atrás en su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional: un 3,6% para el 2022.
En enero de 2022, el Banco Mundial vaticinó un crecimiento de la economía global de 4,1%: un número menor al 5,8% de 2021 pero que encarrilaría los porcentajes habituales, luego del fatídico -3,3% de 2020. Sin embargo, hace pocos días, el mismo organismo debió rebajar las expectativas y centrarse en una realidad que muy pocos esperaban: el crecimiento será, se asegura, únicamente del 2,1%. En ese sentido, afirman que la recesión mundial es una realidad provocada por un combo de situaciones inesperadas, especialmente la pandemia y la guerra de Rusia vs. Ucrania.
En el Informe de Perspectivas Económicas Mundiales, se manifiesta que la coyuntura actual podría convertirse en un período “prolongado” de escaso crecimiento y elevada inflación. “Este contexto aumenta el riesgo de estanflación, con consecuencias potencialmente perjudiciales tanto para las economías de ingreso mediano como para las de ingreso bajo”, continúa el documento con fecha de junio del corriente.
Antes de continuar con las perspectivas económicas globales, debemos desmenuzar el concepto de estanflación. Se trata de un fenómeno económico en donde paralelamente se da un aumento constante de precios (inflación) y un estancamiento de la economía. En términos generales, se determina el estancamiento cuando el Producto Bruto Interno (PBI) decrece durante dos trimestres de manera consecutiva. El término tiene su origen en noviembre de 1965, cuando el por entonces Ministro de Finanzas británico, Ian Mcleod, manifestó en un discurso que “Ahora tenemos lo peor de ambos mundos: no sólo inflación por un lado o estancamiento por el otro, sino ambos juntos. Tenemos una especie de "estanflación"”.
En términos de impacto social, la estanflación genera un empobrecimiento de la población: aumento de precios incluso (sobretodo) en productos de primera necesidad y una generación de empleo nula o de baja calidad (salarios a la baja). Además, como la coyuntura es tan variable y multicausal, no hay “fórmulas clásicas” para combatirla, lo cual retrasa los procesos de mejora.
El último gran caso de estanflación a nivel mundial se dio con la crisis del petróleo de 1973. Luego de años de posguerra en donde los países centrales se encontraban en pleno crecimiento, comenzó una época de estancamiento y decrecimiento, sumado a los costos que significó para Estados Unidos (y por decantación, varios otros países) la Guerra de Vietnam, que hizo entrar al país de América del Norte en un importante déficit. Pero, sobretodo, el fenómeno explotó cuando la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo dejó de exportar petróleo a los países que apoyaron a Israel en la Guerra de Yom Kipur. Los precios aumentaron drásticamente, cuadruplicándose para 1974.
El proceso es similar a lo que ocurre en la actualidad: uno de los grandes conflictos (que, entre otras cosas, costó el cargo del primer ministro británico y el presidente italiano) se debe al aumento del gas ruso, el gran abastecedor del viejo continente en materia energética.
El informe del Banco Mundial compara ambos procesos, resaltando tres aspectos de similitud: “(...) perturbaciones continuas del lado de la oferta que favorecen la inflación, precedidas por un período prolongado de política monetaria altamente acomodaticia en las principales economías avanzadas; perspectivas de menor crecimiento, y vulnerabilidades que los mercados emergentes y las economías en desarrollo afrontan respecto de la aplicación de una política monetaria restrictiva que será necesaria para poner freno a la inflación”.
Pero, sin embargo, hay otros aspectos contextuales que muestran a estos dos momentos históricos como disímiles: el dólar, pese a la inflación del último año (la mayor desde 1981, con 9,1% de julio 2021 a julio 2022), es más sólido que el de aquel entonces, mientras que el ritmo de aumento de precios es menor. Pero lo más importante, detalla el documento, es que los bancos centrales de economías avanzadas y también en desarrollo “tienen, en la actualidad, mandatos claros para la estabilidad de los precios y, durante las últimas tres décadas”.
Como se mencionó anteriormente, las proyecciones para el total de este 2022 son bastante inferiores a lo que se pensó apenas comenzaba el año: 2,1% frente a la expectativa de un 4,1%. Para 2023, la historia no es muy distinta: 2,2% es el vaticinio, explicado en parte porque, de continuar todo como hasta ahora, se retirarían finalmente todas o prácticamente todas las ayudas e inversiones de parte de los Estados en torno a la pandemia por COVID-19.
Yendo a los casos particulares, el informe del Banco Mundial estima que para este 2022, la Unión Europea sólo crezca un 0,4%, con una previsión de inflación del 8,1%. Entre los países centrales, la peor parte se la llevaría Francia, con un decrecimiento del PBI del -0,2%. El crecimiento de Portugal es uno de los más altos, con 2,6%; España (único país con mayor estimación de inflación que la de la UE, con 8,3%) un 0,3%; e Italia y Alemania muy cerca, con 0,2%.
Se prevé que Estados Unidos logre una expansión de su producto bruto interno de 2,5%, es decir, 1,2% menos de su proyección original.
China, por su parte, también sufrió una reducción de esa estimación original: del 4,8% pasó al 4,2% y aún hay riesgo de una caída, aunque no demasiado estrepitosa.
Los dos protagonistas de la guerra, Ucrania y Rusia, tendrán una caída de sus economías a pesar de que en enero, ambos contaban con proyecciones positivas. Para Ucrania, la contracción sería del 45,1% mientras que Rusia, a pesar de los análisis de “victorias políticas”, tendrá una caída de alrededor del 8,9%.
Argentina, por su parte, mantiene las expectativas de crecimiento que pactó tiempo atrás en su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional: un 3,6% para el 2022. Sobre nuestro país, además, se asegura que “tiene un gran potencial de inversiones en Litio”. Por otro lado, se manifiesta que “la Argentina tiene un 7,2% del PIB en ineficiencia en el gasto público", donde al menos 4% se “fuga” en el recorrido del dinero hasta llegar a su destino.
Sobre el final, el organismo internacional destaca y propone algunas líneas de acción en torno a este complejo escenario global. Entre esas líneas, se expresa la “necesidad” de “implementar políticas distorsionadoras, como controles de precios, subvenciones y prohibiciones de exportación, que podrían acrecentar el reciente aumento en los precios de los productos básicos”. Además, se agrega: “En el contexto complejo de una mayor inflación, un menor crecimiento, una situación financiera más restrictiva y un limitado espacio para la política fiscal, los Gobiernos deberán redefinir la prioridad de los gastos para orientarlos a brindar apoyo específico a las poblaciones vulnerables”.