Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
La Organización Mundial de la Salud (OMS) actualiza cada tres años la Clasificación Internacional de Enfermedades, un listado en el cual a partir de investigaciones, desarrollo y cooperación entre países y sus sistemas de salud, se determinan nuevos tipos de enfermedades. En su último informe, que entró en vigencia en este 2022, se incluyó una enfermedad que está estrictamente relacionada con el mundo laboral y profesional: el síndrome del burnout. ¿De qué se trata?. El síndrome de burnout o desgaste laboral es un trastorno producido por diversas situaciones del ámbito del trabajo, como exceso del mismo, mal clima laboral o una prolongada exposición a situaciones de estrés.
En nuestro país, el término burnout desembarcó en los medios de comunicación con un dato imponente: el 80% de los argentinos consultados asegura sufrir el síndrome de desgaste laboral y el 90% manifiesta un agotamiento mayor en relación al año anterior. La encuesta fue realizada por el portal de empleos Bumeran, uno de los más grandes en su sector.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) actualiza cada tres años la Clasificación Internacional de Enfermedades, un listado en el cual a partir de investigaciones, desarrollo y cooperación entre países y sus sistemas de salud, se determinan nuevos tipos de enfermedades de distinta índole, así como también sus detecciones y cómo combatirlas. En su último informe, que entró en vigencia en este 2022, se incluyó una enfermedad que está estrictamente relacionada con el mundo laboral y profesional: el síndrome del burnout. ¿De qué se trata?. El síndrome de burnout o desgaste laboral es un trastorno producido por diversas situaciones del ámbito del trabajo, como exceso del mismo, mal clima laboral o una prolongada exposición a situaciones de estrés.
Si bien ya había aproximaciones al concepto desde 1960, no fue hasta 1974 en que el psicólogo estadounidense Herbert Freudenberger comenzó a investigarlo y difundirlo en profundidad, en donde destacó que la sobrecarga de trabajo era un causante importante de agotamiento y frustración en la población. Dentro de ello, también desarrolló el concepto de “adicción al trabajo” y llegó a la conclusión de que, además de las consecuencias en la salud, este tipo de situaciones también generan un “desequilibrio productivo”.
A lo largo del tiempo, el concepto se ha ido extendiendo y evolucionando, y sin dudas, la actualidad a la que asistimos está signada significativamente por este síndrome. Entre los síntomas más significativos del burnout, podemos encontrar:
Dolores de cabeza, problemas para conciliar el sueño, molestias gastrointestinales, entre otras, son los síntomas del orden psicosomático; en el orden de lo emocional y lo relacional, los síntomas más comunes son la ansiedad, problemas para relacionarse de manera afectiva y sobretodo una notoria baja en el rendimiento laboral o profesional.
Por otro lado, es común también en una primera instancia presentar los denominados “síntomas defensivos”, en donde hay una negación de los síntomas y se trasladan a otros ámbitos (otros trabajos, familiares, amistades).
A principios de la década del ‘80, la psicóloga Christina Maslach, una de las más importantes investigadoras del mundo en torno a los efectos del desgaste laboral, clasificó en distintas “dimensiones” las consecuencias de este síndrome: el cansancio emocional, como el agotamiento ante el grado de exigencia cotidiana; la despersonalización, que resulta con grados de indiferencia y falta de empatía; y por último, la baja autoestima, con constantes frustraciones acerca de la idea de éxito y realización personal.
Además, distintos especialistas coinciden en que las profesiones más expuestas a este síndrome son aquellas en las que hay un contacto directo con personas de manera asistencial y/o en contacto con “situaciones traumáticas o sufrimiento ajeno”. En ese sentido, el personal de salud, seguridad, docentes y trabajadores de la administración pública encabezan todos los rankings en torno al desgaste laboral.
En torno a los profesionales en ciencias económicas, no hay datos precisos y particulares en nuestro país en torno a su relación con el burnout. Sin embargo, sí hay algunos puntos de coincidencias con las características de aquellas profesiones que aparecen en los primeros puestos: el trabajo “sin horarios”, para aquellos profesionales independientes, genera situaciones de “worhaholic”, el término que se utiliza para definir a cierta adicción al trabajo o a no poder despegarse del mismo fuera de los horarios laborales. También la exposición a lo que muchos han dado en llamar “dar malas noticias” (“give bad news”, en inglés), de tratar con clientes temas que pueden no resultar de la manera en que se espera (balances negativos, números rojos para empresas), puede generar situaciones de estrés.
Por otro lado, en el caso específico de contadores públicos, según estudios al respecto, se observan mayores casos de “falta de realización personal”, que otros tipos de desgastes como la despersonalización o el agotamiento emocional que afecta a otros tipos de vínculos.
En nuestro país, el término burnout desembarcó en los medios de comunicación con un dato imponente: el 80% de los argentinos consultados asegura sufrir el síndrome de desgaste laboral y el 90% manifiesta un agotamiento mayor en relación al año anterior. La encuesta fue realizada por el portal de empleos Bumeran, uno de los más grandes en su sector.
La pandemia, por supuesto, tuvo una gran incidencia en estas respuestas: de los mismos encuestados, casi el 50% manifestó que preferían no volver a compartir espacios físicos en sus actuales trabajos y que les generaba “ansiedad” ese regreso. Por otro lado, el 53% también manifestó trabajar más de ocho horas diarias o, al menos, más de lo que dura su jornada laboral.
En la región, el caso no es tan diferente: si bien Argentina encabeza el ranking (de modo relativo, ya que las estadísticas son tomadas por países y han sido relevadas por distintas consultoras, con distintas metodologías), el promedio de América Latina ronda el 76%, según un estudio del Círculo de Estudios Latinoamericanos (CESLA). En cuanto a los países de la región, Chile (79%) y Perú (73%) completan el podio.
Por otro lado, a nivel mundial, China mantiene unos niveles similares a los de América Latina, con 73%, mientras que en Estados Unidos se nota una brusca reducción: quienes aseguran tener este síndrome son el 53%. Estos datos se desprenden de un informe del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). En ese país, el porcentaje se eleva a un 75%.
En primer lugar, cuando hablamos de tratamiento y prevención, debemos contar que según especialistas médicos, no hay hasta el momento una técnica o metodología única y que garantice efectividad para el proceso de burnout. Sin embargo, ante la relevancia que cobró el síndrome luego de ingresar a la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS, se abrió el panorama para sus estudios e incluso el financiamiento para su investigación. En ese sentido, la gran mayoría de los trabajos al respecto coinciden con una serie de “acciones” fundamentales a la hora de combatir el síndrome.
Los cambios organizativos en la empresa o lugar de trabajo suelen ser un punto en común entre todas las investigaciones. Comenzar por analizar el entorno laboral, las rutinas, cotidianidades, los tratos jerárquicos, mal clima entre pares, las cargas y presiones a las que se someten a los trabajadores son aspectos que están en el ojo de la tormenta y suelen ser la raíz del burnout. Es decir, se estima que el proceso de desgaste laboral comienza por una situación colectiva y no tanto individual, aunque las consecuencias se noten en ambas esferas y mayoritariamente en la personal.
Muchas de las formas de tratamiento y prevención, entonces, apuntan también a cambios en las rutinas personales que ayuden a mantener un equilibrio por fuera del ámbito laboral: alimentación saludable, bajo consumo de alcohol durante la semana de trabajo, cumplir con un ciclo de sueño acorde entre las 6 y las 8 horas diarias, y no negar la situación que se padece son buenos primeros pasos. Hay quienes también recomiendan ahondar en técnicas de respiración y relajación incluso para practicar durante la jornada laboral.
Además, una planificación con antelación y llevar adelante el trabajo de manera organizada suele ayudar a esa estabilidad que, ante un eventual “no tengo respuesta a ésto”, puede verse afectada.
Cabe aclarar que, ante otro tipo de síntomas, que pueden derivar en un trastorno de ansiedad o depresión, lo recomendable es el tratamiento médico y farmacológico para poder controlar desde su identificación la situación.