Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Entender la importancia de la planificación es clave para realizar las auditorías a tiempo y obtener resultados de calidad. Para eso es fundamental conocer al cliente, conocer el sistema de control del ente, tener en cuenta la composición cualitativa y cuantitativa de los estados financieros que se vayan a auditar y por último definir los procedimientos a realizar y su alcance. Una vez definida la escala de riesgos y los procesos para obtener la evidencia necesaria, se avanza con la etapa de ejecución.
Los profesionales, y sobre todo aquellos que asesoramos pymes, sabemos que debemos compartir el poco tiempo disponible entre múltiples tareas. Es así que conviven la asesoría fiscal, las tareas en el ámbito previsional y de sueldos, el apoyo a la gestión administrativa y comercial de nuestros clientes y, obviamente, la auditoría de los estados financieros. Todos estos roles sumados chocan con la innegable dictadura del calendario.
De esta sentencia es que se desprende la innegable necesidad de una correcta administración del tiempo al momento de tener que llevar a cabo los procesos de auditoría de nuestros clientes centrándonos en el aspecto más estratégico del proceso como es la etapa de la planificación.
Ya adentrándonos, y como primera instancia, cabe recordar que el proceso de auditoría se compone de tres etapas bien diferenciadas:
Viendo estas definiciones es que claramente podemos distinguir que será en la primera de estas etapas en la que definiremos toda la estrategia del proceso, por lo que será donde debemos centrar nuestro análisis para poder administrar correctamente la escasez de tiempo.
¿Y cómo lo hacemos? ¿Cómo encontrar esa fórmula mágica, esa ecuación de tiempos que nos permita llegar a realizar nuestras tareas, en el tiempo previsto y sin descuidar la calidad de nuestro trabajo?
La respuesta a estas preguntas claramente será destinar el tiempo suficiente para realizar una correcta planificación del trabajo, dividiendo el tiempo que tenemos disponible para realizar la auditoría centrándonos en aquellos aspectos de mayor relevancia y que más puedan condicionar nuestras conclusiones y el resultado final de nuestro informe.
Es en este momento que debemos introducir otros conceptos que no nos son para nada desconocidos, como son la definición de riesgos y la materialidad.
Será entonces en esta etapa el momento en que deberemos definir cuáles son los riesgos que pueden afectar a los estados financieros que estamos auditando ya sea en su conjunto, como así también a los rubros que lo componen y su importancia relativa sobre el resto.
Como primer aspecto, conocer al cliente. Ello implica conocer su actividad, como desarrolla el negocio, en qué entorno legal se mueve la actividad, cómo se ve afectada esa actividad o negocio por el contexto económico regional y/o nacional, qué nivel de endeudamiento o acceso a la financiación posee, etc.
Como segundo aspecto conocer el sistema de control del ente. En ese sentido, y sobre todo en las pymes, seguro vamos a encontrar mucha disparidad entre entes, siendo así que podemos encontrar empresas del segmento miPyme y con un entramado societario cerrado o familiar que posee un excelente sistema y políticas de control interno. Pero al mismo tiempo podremos encontrar empresas medianas en las cuales conviven dos o más sistemas de gestión, con políticas de control poco claras y sin un norte en cuanto a procedimientos.
Y por último el auditor deberá tener en cuenta la composición cualitativa y cuantitativa de los estados financieros que vaya a auditar. En este punto nos referimos a conocer cuáles son los rubros más significativos, como variaron los rubros de un año a otro y cuales son aquellos rubros que, si bien no poseen un valor significativo, pueden tener relevancia en cuanto al volumen de operaciones que involucran.
Con todos estos elementos el profesional debería poder comenzar su proceso de planificación armando una escala de riesgos, una especie de ranking de aspectos relevantes a tener en cuenta antes de definir los procesos a realizar.
Esta escala de riesgos puede tener la dimensión que el profesional considere, ajustándose a la realidad del objeto auditado, pueden ser cinco riesgos en un ente y diez en otro, pero lo importante es que estén contenidos todos los aspectos relevantes que el profesional considere que no puede dejar de analizar con el fin de obtener las evidencias necesarias que le permitan concluir y respaldar la tarea realizada y la opinión vertida en el informe.
Una vez definida esta escala, el auditor deberá definir los procedimientos a realizar y su alcance, por lo que debería centrar la mayor cantidad de procedimientos en aquellos puntos que formen parte de la escala, dejando solo un tiempo menor para tareas o procedimientos de rutina.
A modo de ejemplo (y proponiendo un caso muy simplificado), si nos encontramos con una empresa pyme industrial, dedicada a la fabricación, cuyo proceso productivo intervienen tanto componentes locales como importados, seguramente habremos ubicado entre los riesgos algún aspecto referido al rubro bienes de cambio, ya sea simplemente por su importancia relativa sobre el resto, como así también por los aspectos complejos que puede tener al momento de realizar la valuación del rubro en el contexto actual, con una economía inflacionaria y con un mercado de importación que dificulte el ingreso de productos o el acceso a divisas para el pago.
En línea con lo que buscamos remarcar en este artículo sería entendible que el auditor dedique la mayor parte de su tiempo disponible destinado para realizar la auditoría a los aspectos que condicionan el rubro bienes de cambio en detrimento de otros procesos que, generalmente suelen estar asociados a otros servicios que prestamos al mismo cliente, como por ejemplo, controlar los saldos finales de las cuentas referidas a ciertos aspectos impositivos que no suelen tener una importancia relevante a la hora de emitir nuestro informe.
En este punto cabe aclarar que no estamos diciendo que no se realicen esas tareas, sino que, recordando el primer párrafo de esta nota, administremos el poco tiempo disponible para enfocarnos en aquellos puntos que sabemos son más importante.
Una vez definida la escala de riesgos y los procesos que realizaremos para obtener la evidencia necesaria con la cual poder concluir sobre los mismos, pasaremos a la etapa de ejecución.
No es el objeto de esta nota profundizar sobre las siguientes etapas, pero si debemos tener en cuenta que tanto la etapa de ejecución como la de conclusión nos deberán permitir dejar sentadas las bases de la próxima auditoría.
Lo primero a tener en cuenta es que no debemos caer en la tentación de replicar la planificación o la definición de riesgos de años anteriores. Si bien el ente sigue siendo el mismo, ¿podemos asegurar que tanto el entorno como su control interno sean iguales de un año a otro?
Es por ello que tenemos que tener en cuenta que la planificación siempre se deberá realizar antes de iniciar cada proceso de auditoría, con escepticismo profesional, analizando los conocimientos previos del cliente y teniendo en cuente el nuevo entorno o contexto.
Obviamente que lo comentado en el párrafo anterior no excluye que el proceso de planificación debe retroalimentarse de las experiencias pasadas, teniendo en cuenta, por un lado que problemas tuvimos en los procedimientos realizados o en la definición del alcance, como así también en la definición de tiempos que hayamos realizado para cada punto. Por otro lado, también deberemos tener en cuenta la posibilidad de que durante la etapa de ejecución se nos haya presentado algún riesgo no definido en la planificación de ese período. Claramente el proceso debe retroalimentarse aprendiendo de los propios errores del auditor.
Ante todo, un poco a modo de terapia entre colegas, debemos tener presente que la escasez de tiempo es algo que afecta trasversalmente a toda la matrícula y más aún en el contexto actual de nuestro país.
Es por ello que planificar y administrar correctamente nuestros tiempos enfocándonos en cubrir aquellos riesgos relevantes se convierte no solo en un intento de mejora de nuestros procesos, sino en una herramienta que nos permita valorar nuestro tiempo y mejorar nuestro volumen de trabajo sin por ello descuidar ni olvidar la importancia intrínseca que implica realizar un proceso de auditoría con los estándares éticos y de calidad que nuestra profesión acostumbra llevar a cabo.
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