Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
El coworking logró, luego de haber transcurrido casi un cuarto del Siglo XXI, instalarse como una posibilidad viable de ser efectuada por aquellas personas que trabajan de manera remota o que tienen un esquema híbrido, alternando presencialidad con virtualidad. Esta modalidad popularizada a partir de la post pandemia, dio a conocer a los ojos de la sociedad una “nueva” dinámica de trabajo conjunto: espacios que se alquilan para que las personas realicen allí sus ocupaciones laborales.
La globalización ha hecho que personas de distintas partes del mundo puedan consumir el mismo producto, estar al tanto de las mismas series y escuchar a los mismos artistas. También, se expanden conceptos y se socializan términos que exceden a su lugar de origen, donde no es necesaria una traducción para entender a lo que estamos haciendo referencia. Algunos de los anglicismos más utilizados por nosotros son palabras de todos los días: delivery, banner, marketing, chat, online, selfie, sweater, hobby y outfit son tan solo un escueto listado que contiene cientos de ejemplos.
A esta nómina, podríamos sumar el cada vez más utilizado concepto de coworking, una práctica que se extiende a paso firme en Argentina. El término refiere a un espacio compartido (físico o virtual) donde profesionales diversos, como autónomos, empresarios o empleados que cuentan con la modalidad parcial o total de teletrabajo, así como pymes o startups, pueden desarrollar su actividad en un mismo lugar.
En la actualidad, el cowork es una de las opciones prioritarias frente a las oficinas convencionales para aquellos que solo necesitan una computadora y conexión a internet para trabajar. Es que los cambios a partir de la pandemia del Covid y los aislamientos obligatorios generaron modificaciones en el mercado laboral, que lejos de ser transitorios, terminaron por instaurar y popularizar nuevas dinámicas de trabajo. Por caso, el coronavirus aceleró la modalidad de trabajo híbrido, hoy ofrecida por casi todas las empresas, que ya se consolida como una condición que puede incidir a la hora de elegir una propuesta laboral.
En ese contexto, los espacios de coworking ganaron terreno, a pesar de que durante 2020 y 2021 parecía que este mercado iba a desaparecer. Rápidamente, las compañías adaptaron sus esquemas y en ese marco, los coworks aparecieron como la alternativa perfecta para reunir a los empleados dos o tres veces por semana, con la posibilidad de darles un espacio para trabajar y a su vez, ofrecerles la opción de hacerlo desde sus casas.
Según un relevamiento de Hucap, consultora en Recursos Humanos, el 88% de las empresas encuestadas en el 2023 tiene un esquema mixto, un 10% es totalmente presencial y solo un 2% trabaja 100% de manera remota. La flexibilización del esquema laboral resulta cada vez más importante debido a sus estrechos vínculos con la productividad, la salud mental, la atracción, retención y motivación del talento. La adopción y fomento de nuevos esquemas de trabajo generó la aparición y aceleración de dinámicas que dejaron al descubierto la evidente popularidad de los esquemas híbridos, que permiten desarrollar habilidades de autogestión, al mismo tiempo que abren mayores posibilidades para conseguir un balance entre vida personal y profesional.
Si bien este término comenzó a popularizarse en la sociedad a partir de la post pandemia, el concepto empezó a gestarse hace más de 20 años atrás. En 1995, 17 ingenieros informáticos crearon uno de los primeros “hackerspaces” llamado C-Base, en Berlín. Los hackerspaces son los precursores directos de los espacios de coworking y fueron diseñados como servicios sin fines de lucro, que pretendían reunir a fanáticos de la programación a través de sitios donde tenían la oportunidad de colaborar entre ellos y compartir tanto equipos como conocimiento, cuyo anclaje al lugar era el interés compartido.
No fue hasta 1999 que el diseñador de videojuegos Bernard DeKoven acuñó el término “coworking”, quien buscaba maneras de trabajar que se centraran en la colaboración y la desaparición de las jerarquías, tratando a todos los trabajadores como iguales.
Ya en el nuevo siglo, en el año 2002, dos emprendedores austríacos lanzaron un “centro empresarial”, Schraubenfabrik, en una antigua fábrica de Viena. Dicha iniciativa estaba dirigida fundamentalmente a emprendedores, a los que se les ofrecía un espacio donde podían colaborar y trabajar con otros perfiles similares que incluían arquitectos, consultores de relaciones públicas, startups y trabajadores freelance. Esta noción sí se asemeja a lo que en la actualidad entendemos por coworking.
El 9 de agosto de 2005, Brad Neuberg creó el primer espacio de coworking en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos. Se trataba de una asociación que inicialmente ofrecía de 5 a 8 escritorios, dos días a la semana; contaba con wifi y las computadoras eran compartidas. En el 2006, esa área se cerró solo para dar paso a Hat Factory, un sitio dedicado exclusivamente al alquiler de espacios laborales.
Gracias a la popularidad de Internet, el concepto de coworking como forma de trabajo colaborativo comenzó a tomar fuerza en las comunidades digitales y Chris Messina, el inventor del hashtag en Twitter, creó un recurso online de código abierto llamado “The Coworking Wiki”, herramienta que les permitía a los coworkers del mundo conectarse entre ellos y encontrar espacios en otras ciudades para trabajar. Lo que vino después trascendió fronteras: aparecieron los primeros espacios de cowork en países como España, Francia y Reino Unido, hasta popularizarse a nivel mundial.
La popularización del trabajo remoto dispuso una modificación en la noción de la oficina como tal. En la actualidad, esta modalidad permite trabajar desde cualquier lugar, pero plantea un nuevo problema: no siempre se encuentra en casa la posibilidad de estar tranquilo y concentrado, por lo que hay que trasladarse hasta un sitio que la empresa no siempre provee.
También, otro fenómeno que “ayuda” al coworking viene de la mano de una “subcategoría” de trabajadores remotos: nos referimos a los nómadas digitales, profesionales que se trasladan de país en país financiando sus viajes y estilo de vida a través del trabajo en línea sin importar su ubicación. Esta dinámica se convirtió en una tendencia sobre todo para profesionales pertenecientes a las generaciones Y (millennials) y Z (centenials), que ha sido conscientemente fomentada en varios países latinoamericanos. En un intento por reavivar el golpeado sector turístico y motivados por reactivar la economía, los Estados han buscado fortalecer el acceso a internet, crear documentos migratorios y/o de visado enfocados 100% en esta modalidad y apoyar e incentivar la creación de espacios de trabajo flexibles y colaborativos.
WeWork Argentina, empresa inmobiliaria estadounidense que alquila espacios de trabajo compartidos, informó resultados que la consolidaron como la filial que registró en 2023 el mayor porcentaje de crecimiento en toda América Latina: el incremento de ocupación fue de 22% en comparación con el año anterior. La firma lideró las métricas frente a otros países de la región, con una tasa de ocupación anual del 83% en sus edificios en el país.
El dato más contundente es que su sede ubicada en Ingeniero Butty, en la localidad bonaerense de Quilmes, alcanzó durante el año pasado un porcentaje de actividad del 100%, y en las locaciones de Avenida Libertador llegó a un 93%. En cuanto a afiliados, el número de miembros vigentes en Argentina, es decir, personas que eligen los espacios WeWork para desarrollar su actividad laboral, alcanzó los 4.699 en 2023. De ellos, 2.631 forman parte del segmento PyME o autónomos (56%) y 2.056 son colaboradores de grandes empresas (44%).
Las proyecciones divulgadas por el portal de estadística alemán Statista indican que el tamaño del mercado global de espacios de coworking pasará de los US$9.300 millones en 2023 a US$24 mil millones en el 2030. En la actualidad, existen aproximadamente 35 mil espacios compartidos a nivel mundial, lo que representa 159 millones de metros cuadrados de espacios de trabajo.
La popularización del trabajo remoto o su alternativa híbrida potenció la necesidad de contar con espacios físicos de conexión e interacción, escenarios 100% profesionales despegados de la vida personal e instalaciones equipadas con herramientas necesarias para el correcto desempeño de las actividades. En relación a la población que utiliza esta modalidad de trabajo compartido, el promedio de edad de los usuarios de estos espacios es de 36 años y el 83% no supera los 40 años. A su vez, desde 2020 ha habido un crecimiento del 158% de estas oficinas modernas y el porcentaje de personas que empezaron a usar esta modalidad creció un 44% en 5 años.