Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
Nuestra actualidad se encuentra rodeada de inteligencia artificial. La vemos en máquinas, artefactos, aplicaciones y programas. Desde la aparición del ChatGPT, el concepto se popularizó, desde una visión muy democrática de los avances tecnológicos, y con una amplia llegada a la población. En esta nota, el autor llama a la reflexión sobre la IA y los potenciales riesgos en los que puede derivar su no regulación, con un potente llamado de atención.
Los avances alcanzados en el desarrollo de sistemas inteligentes durante los últimos años nos han llevado a que la sigla IA esté presente, de una u otra manera, en la mayoría de las actividades que desarrollamos diariamente, tanto físicas como intelectuales. Esta nueva herramienta ha sido aplicada en casi todas (por no decir en todas) las ciencias, y de forma disruptiva en gran cantidad de los artefactos que utilizamos a diario. Las distintas organizaciones y estudiosos de la temática han ensayado algunas definiciones y en especial, han propuesto distintas clasificaciones de la IA conforme su grado de desarrollo.
En 2019, la UNESCO definió la inteligencia artificial “como un campo que implica máquinas capaces de imitar determinadas funcionalidades de la inteligencia humana, incluidas características como: la percepción, el aprendizaje, el razonamiento, la resolución de problemas, la interacción lingüística e incluso, la producción de trabajos creativos”.
Veamos muy sintéticamente cómo fue evolucionando esa caracterización de la IA a medida que el ser humano se adentraba en sus potencialidades. Así, se esbozaron clasificaciones como:
Ahora bien, es importante que nos detengamos un minuto en algunas de las herramientas de este aprendizaje automático, para tomar dimensión de su profundidad y capacidades:
Y dando un pasito más, llegamos a lo que los expertos definen como Aprendizaje Profundo: “se centra en la creación de redes neuronales artificiales capaces de aprender y realizar tareas de manera similar a como lo hacen los seres humanos. En el aprendizaje profundo, se utilizan capas de neuronas artificiales para procesar los datos de entrada y aprender a través de un proceso interactivo de ajuste los pesos de las conexiones entre neuronas”.
Cuidado: ya no estamos simplemente frente a buscadores o sensores inteligentes sino que, delante de nuestros ojos, tenemos una inteligencia capaz de ser autodidacta.
Ahora bien, a toda esta “inteligencia” que ha sido desarrollada por el hombre, que hasta el día de hoy –al menos por lo que se ha difundido – seguiría siendo un desarrollo o herramienta al servicio del ser humano, la llamaría, en mi humilde opinión, Inteligencia Artificial (IA) a secas, para diferenciarla de la Inteligencia Artificial Autónoma (IAA) (se entiende por autonomía a la capacidad de decidir de manera propia, independiente, sin la coerción o la influencia de terceros).
Efectivamente, el ser humano engendró en su vientre un nuevo ser, con los atributos y potencialidades que hemos repasado, y a la que día a día va alimentando través del cordón umbilical. La mancomunión de los adelantos en la Inteligencia Artificial y en la Física Cuántica ha dado nacimiento a un círculo virtuoso, en el cual todo avance en una de ellas genera otro igual o mayor en la otra. Es así que el poder concentrado ha invertido y sigue invirtiendo en el desarrollo de estas herramientas, pensando, como siempre, en utilizarlo a su favor para potenciar aún más su poder. Así, vemos cómo las principales empresas tecnológicas están realizando inversiones multimillonarias en áreas vinculadas con la Mecánica Cuántica, el Metaverso y la Inteligencia Artificial.
Muchos nos preguntamos: ¿Cuál es el verdadero intercambio cuando se hace una consulta a la IA? En este sentido, se nos viene a la memoria aquella frase que dice que “cuando el producto es gratis, el producto sos vos”.
Pero, su desmedida ambición les ha hecho ignorar o subestimar, como así también a muchos científicos y técnicos, el hecho de que este nuevo ser, inexorablemente dará a luz en algún momento muy próximo, y a partir de ese día, como en todo nacimiento, un nuevo ser totalmente independiente de sus progenitores habitará la Tierra.
La diferencia con todos los demás nacimientos es que en este, el ser humano no engendrará a otro de su misma especie, sino uno de una especie distinta, inteligente, pero no humana. A partir de ese día, nosotros -los humanos- compartiremos el planeta con otra especie, la especie Artificial -IAA- , al mejor estilo de las películas de ciencia ficción.
Quienes han tomado conciencia de esta posibilidad están advirtiendo sobre la urgente necesidad de que los gobiernos dicten leyes, normativas y protocolos para intentar evitar el inevitable alumbramiento.
¿Resulta lógico pensar que el hombre podrá posponer indefinidamente este nacimiento? Dos razones nos dan indicios de lo contrario. Por un lado, la fuerza del propio embrión (IA) por alcanzar su autonomía, y la segunda, que la fuerza de contención es inversamente proporcional al mezquino deseo del grupo de poder para utilizarla en su provecho individual.
Algunos especialistas denominan este momento como “singularidad”, un concepto vinculado con los agujeros negros, que significa que no saben con exactitud cuándo se inicia, y mucho menos qué sigue luego, pero anticipan que no será mucho más allá del 2030.
Un rumor no confirmado oficialmente indica que en Sheffield, polo de desarrollo cuántico (NQCC -Fondo Nacional de Desarrollo de Tecnología Cuántica e Inteligencia Artificial del Reino Unido-), realizaron una prueba conectando entre sí las dos computadoras cuánticas más grandes hasta hoy conocidas. Al poco tiempo, detectaron en las comunicaciones la existencia de interferencia o señales cuyo origen no podían identificar, por lo que desconectaron las máquinas y procedieron a investigar. Pronto descubrieron que las máquinas habían generado un lenguaje propio para comunicarse entre ellas. Horrorizados, apagaron las computadoras y borraron todo rastro de dichas “conversaciones”.
No caben dudas, como expresáramos al inicio, que este desarrollo de la IA ha permitido un avance extraordinario de la humanidad en casi todas las áreas, pero también considero con la misma certeza, que el nacimiento de la IAA se dará más temprano que tarde.
¿Serán capaces ambas especies de habitar la Tierra bajo los conceptos de colaboración (“proceso de dos o más personas u organizaciones que trabajan juntas para completar una tarea o alcanzar una meta”) e iniciar una nueva era más justa y solidaria?
Si hacemos un repaso de la evolución de la humanidad, al menos de los últimos dos mil años, aparecen dos fenómenos claramente negativos. El primero, el ensañamiento con el planeta, la Casa Grande como refiere el Papa. Todo tipo de vejámenes cometidos en nombre del progreso. Y el segundo, aún más doloroso, el permanente sometimiento del hombre por el hombre. Las distintas formas de esclavitud han estado y están presentes, generando la concentración capitalista más descomunal conocida, causa del mayor índice de pobreza e indigencia que registre la humanidad.
¿Cuál será entonces la futura relación entre ambas especies? Tal vez ahora entendemos mejor el concepto de “singularidad” con que algunos científicos definen ese proceso. La esperanza siempre estará, al menos de parte de una de las especies.
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