Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
La Ruta Nacional 5 puede ser capaz de mostrar paisajes bien distintos a lo largo de sus 545 kilómetros desde Luján hasta Santa Rosa. Quien puede defender esta idea es la Dra. Adriana Azurabarrena que la recorre a diario desde su casa en las afueras de Francisco Madero hasta la localidad de Pehuajó pero que también la supo transitar en sus viajes a La Plata cuando era universitaria. “Ingresé a la Facultad en el año 1983 cuando era necesario dar un examen. Paralelo a mis estudios trabajé en el Hospital de niños como administrativa hasta 1987, cuando me casé y volví a Madero”.
Madre por tres, esposa, hija, Contadora y colaboradora de algunas instituciones en Madero, la profesional fue creando un perfil docente casi desde la escuela, que luego pudo plasmar en una actividad a tiempo completo: “Comencé con tareas en adultos y después ya en secundario. Me jubilé hace un año tras 25 de actividad. La docencia me permitió trabajar con proyectos, como las Olimpíadas de Economía que realizamos en conjunto con la Universidad Tecnológica de Trenque Lauquen. Si me hubiese quedado en La Plata me habría acercado a la Facultad porque la tarea docente siempre me gustó”.
“Lo lindo que tiene Madero es que queda en la Ruta 5 y te comunica con Santa Rosa, está a 20 kilómetros de Pehuajó y a 60 de Trenque Lauquen donde está la Delegación del Consejo. Eso facilita mucho la ruta para ir a trabajar”, comenta la colega. A los clientes de Pehuajó los atiende en su estudio, en cambio con los de Francisco Madero la relación es tan cercana y cordial que deja de lado las formas y se vuelve más pragmática. “En estos lugares uno hace todo un poco en la profesión. Cuesta mucho la especialización, hacemos impuestos, contabilidad, laboral, todas las áreas. Y en los últimos años, también asesoramiento. Muchos clientes me van a ver al campo o me llaman y me dejan los papeles en casa de mi mamá. También me los tiran por debajo de la puerta. La relación que tenemos hace que, por ejemplo, me lleve la documentación y se las voy dejando en cada casa”, detalla.
“Hace unos años nos mudamos al campo en Madero, a unos 3 kilómetros. Así que mis días están repartidos entre el campo, el pueblo -porque mi hija está en edad escolar y tengo a mi mamá- y los clientes. Además vivir acá te permite una activa vida social. Estoy en la Cooperadora de la Escuela Primaria y la Secundaria, en la Biblioteca Popular y en la Unidad Sanitaria donde estamos haciendo la personería jurídica y hago balances en el Centro de Jubilados. Me gusta mucho esa tarea y reparto mis tiempos libres en esas actividades”.
Para finalizar, la profesional admite que “La Plata es una ciudad que me gustó mucho, pero para criar hijos no hay como el interior, por las libertades que ofrece”. “Sin dudas -sintetiza-, volvería a elegir este camino”.