Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
En un entorno tecnológico y mediático, donde recibimos mensajes a través de múltiples canales y de manera constante, solemos enfrentarnos a problemas de interpretación, y sobre todo, de comunicación. Aunque las competencias técnicas son esenciales para el éxito de los profesionales en ciencias económicas, la comunicación efectiva es fundamental para conseguir y potenciar ese éxito, aunque muchas veces se vea opacada por otras habilidades blandas o por urgencias de la coyuntura, que no permiten destinarle la dedicación requerida. En esta nota, el Dr. Marcelo Fernández ahonda en las claves para lograr una comunicación efectiva y los motivos por los cuales la considera como una competencia de vital importancia para el ejercicio profesional.
Estamos inmersos en un campo de comunicación. Recibimos muchos mensajes por múltiples medios. Correos electrónicos, WhatsApp, SMS, redes sociales, boletines oficiales, papeles escritos a mano, tablets, celulares, computadoras, teléfonos y el listado podría seguir. Sin embargo, muchas veces no estamos bien comunicados. En la vida hay siempre conflictos de intereses y problemas de comunicación.
Cuando nos comunicamos, emitimos juicios, y cuando usamos el lenguaje, los juicios son de una enorme incidencia en nuestra capacidad de acción y toma de decisiones.
En nuestra actividad profesional, nos capacitamos en impuestos, auditoría, contabilidad, etc. Si bien estas competencias son consideradas como esenciales (y lo son), al lenguaje y a la comunicación no solemos darle la importancia que merecen. Si repasamos nuestra cotidianidad, veremos que todas las tareas que realizamos (asesorar, organizar, evaluar, controlar, capacitar, cobrar y pagar, por citar ejemplos) están basadas en esas competencias comunicacionales.
Muchas veces, nuestra manera de percibir e interpretar (nuestro mapa) no coincide con la realidad (el territorio). Claro está que las tareas de todos los organismos dependen de interpretar correctamente la realidad en la que viven: “Un mosquito que se empeñara con chuparle la sangre a la estatua de la Venus de Milo porque las señales de la realidad no le alcanzan para discernir que es un bloque de mármol, no podría sobrevivir”. Con este simple ejemplo, pretendo evidenciar que el mapa no es igual al territorio. Por esta razón, es muy importante la interpretación de los mensajes que recibimos.
Aunque no siempre tenemos atención plena y estamos fragmentados en la multitarea y abocados a la urgencia que provocan los vencimientos, los ruidos en la comunicación tales como “me dijeron que se prorroga”, “todavía no salió el formulario”, “los datos del aplicativo se borran” o “salió una nueva aclaración” generan emociones diferentes en nuestra tarea profesional, ya que hay un mensaje más profundo que simplifica los bits que tenemos que procesar para entender lo que se transmite: alegría, temor, ansiedad, responsabilidad, ira, furia, queja, nerviosismo.
Mientras que algunas personas disfrutan de la adrenalina y multiplican su acción, otras se inmovilizan, tienen insomnio, dolores corporales o presión arterial alta. Las resoluciones a veces quedan como anécdotas con las que nos entretuvimos por un tiempo, se estrellan en el duro mármol de la realidad, se prorrogan o mueren en el olvido. Se hacen reuniones, grupos de enlace. Pero, ¿son efectivos? ¿Nos comunicamos? Sí, aún así nos comunicamos. Es imposible no comunicarnos, porque la comunicación es conducta.
La comunicación efectiva es un proceso donde dos o más personas interactúan en un determinado contexto, en el cual toda conducta, palabra, gesto o posición corporal será interpretada con un determinado sentido, impactando en la emocionalidad y en el comportamiento del interlocutor y generando así una continua dinámica relacional.
¿Qué significa que la comunicación es efectiva? Que es correcta, no tiene errores, es verdadera.
¿La información es comunicación? Informar es una parte de la comunicación: quiere decir poner en forma. También significa crear, representar una idea. Toda actividad humana de comunicación genera un proceso de input y output, de entrada y salida de la información, y a su vez, influye en la percepción, emocionalidad y en el significado que le dan las personas.
En esta época, a veces asistimos a una problemática importante con referencia a la información y a los medios o canales de información, porque se prioriza la velocidad y la cantidad en detrimento de dos aspectos que hacen claro el mensaje y también verdadero: la conciencia y la responsabilidad, dos cualidades cruciales para el desempeño de cualquier actividad.
A su vez, la tecnología electrónica permite que los datos sean más accesibles, generando la posibilidad de una sobrecarga de información. En nuestra vida profesional, la abundancia y saturación de información nos hace gastar muchos bits para clarificar el mensaje.
Los elementos que intervienen en el proceso de la comunicación efectiva incluyen la transmisión del mensaje y el contexto en el que se produce, como así también, la práctica de la escucha tanto activa como asertiva.
Los mensajes se componen de signos y símbolos. Los signos son señales que al ampliarse por el contenido que conllevan, se transforman en símbolos. La coherencia en la comunicación es crucial en todo tipo de mensaje para lograr una unidad de significado. Es importante entonces que veamos que cada comunicación lleva asociada anclajes visuales, auditivos, kinestésicos y olfativos. La atención dada a los predicados de las oraciones nos permite lograr interpretar para así, poder sincronizar y calibrar. “Me suena mal”, “lo veo difícil”, “huelo que hay problemas” y “esto me genera un nudo en el estómago” son mensajes que connotan situaciones problemáticas. Por caso, en la brújula de las interpretaciones, el norte son siempre los hechos, los datos; el sur, las suposiciones; el oeste, las reglas; el este, nuestros juicios; y en el centro de la brújula, se hayan las generalizaciones.
Para que la transmisión del mensaje sea exitosa, se requiere ser claros, evitando el uso de términos complicados, como así también empáticos, poniéndonos en el lugar del otro. Y a su vez, se debe dar lugar a la retroalimentación, muchas veces anulada por la censura (propia o ajena), y a la paciencia, ya que muchas veces las comunicaciones pueden ser difíciles.
Ahora bien, el contexto no solo adquiere importancia en la atribución de significado en la interacción comunicacional, sino que esta habilidad es un recurso para comunicar al interlocutor el clima de la conversación y generar una emocionalidad funcional al objetivo planteado.
Ejemplo de ello es el caso real acontecido el 26 de septiembre de 1983 con Stanislav Petrov, quien evitó una guerra nuclear al interpretar correctamente un aviso del sistema de defensa ruso ante un supuesto ataque nuclear norteamericano. Ese día, Petrov entendió el contexto y vio la falsedad del mensaje provocado por una falla no intencional del satélite de defensa ruso. ¿Cómo logró interpretar Petrov la decisión de no devolver el presunto ataque nuclear? Porque en caso de que Estados Unidos hubiera querido iniciar una guerra nuclear, hubiera enviado los misiles al mismo tiempo y no a cuentagotas. Su atención plena y su interpretación del mensaje como erróneo evitaron la tragedia.
Finalmente, la escucha activa permite prestar atención plena al hablante, comprendiendo y respondiendo de manera adecuada a lo que dice. Por su parte, la escucha asertiva conlleva no solo comprender el mensaje del interlocutor, sino también a expresar claramente tus propios puntos de vista y sentimientos en respuesta. Ambas habilidades son fundamentales para una comunicación efectiva y se complementan entre sí.
En pocas palabras:
¿Se entendió?
1. Maestría Personal. El camino del liderazgo. Oscar Anzorena. Ediciones Lea.
2. Elogio del desequilibrio. En busca del orden y el desorden en la vida. Marcelino Cereijido. Editores Siglo XXI.
3. Técnicas de PNL. Isabel Jussieu. Editor Robin Book.
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