Realidad Profesional | Revista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires y su Caja de Seguridad Social
El Dr. Ángel Colombo (Delegación La Plata) y el Dr. Ramón Piñol (Delegación Chacabuco) se suman al selecto grupo de colegas que ya llevan más de medio siglo junto al Consejo Profesional. En esta ocasión, desandamos sus historias su vida: desde los motivos por los cuales decidieron estudiar ciencias económicas y fundar sus propios estudios contables, hasta el impacto de los avances tecnológicos en la profesión y su relación indeleble con nuestra institución.
“Sigo estando como matriculado en ejercicio haciendo mis aportes desde el año 1973 hasta la fecha”, afirma el Dr. Ángel Colombo, Contador Público (Tomo 30, Folio 193, matriculado en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires), quien ingresó al selecto grupo de profesionales con más de medio siglo dentro de nuestra institución.
“Una vez que me recibí, lo primero que hice fue matricularme, porque siempre tuve como idea que en la actividad profesional, el ejercicio de forma independiente de la profesión va de la mano con la inscripción y la matriculación en el organismo que tiene el control de la profesión, que ejerce el poder de policía”, sostiene con ética y certeza el colega, quien en los albores de la democracia, se desempeñó como Delegado Presidente de la Delegación La Plata de nuestro Consejo, entre 1983 y 1987.
Sobre los motivos que lo llevaron a seguir la carrera de Contador Público, el Dr. Colombo comenta que su atracción por las ciencias económicas empezó antes de terminar la secundaria. “Mi padre era comerciante, así que siempre me fui metiendo en el mundo de los negocios porque desde chico ayudaba atendiendo, estaba en la caja. Cuando había algún inventario en el cierre de ejercicio también participaba, así que eso me inclinó”, narra Ángel, haciendo memoria.
Ya en la facultad, el colega tuvo su primer acercamiento a la actividad profesional cuando logró ingresar en el área de Impuestos de la Dirección de Rentas, dependiente del Ministerio de Economía bonaerense, a partir de los convenios existentes entre la facultad y los distintos organismos públicos provinciales, y una vez recibido, continuó ligado a su querida Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata, ya no como alumno, sino como profesor.
“Cuando me recibí, empecé también en la docencia en la facultad. Estuve algo más de 30 años”, relata el Dr. Colombo, quien tuvo su estreno en las aulas luego de incorporarse a la cátedra de Contabilidad Superior 2. Proactivo, sus ganas de desempeñarse como profesional independiente lo llevaron a abrir su propio estudio contable, que continúa dirigiendo en la actualidad, labor que “coexistió con las tareas en la Dirección de Rentas y también con la docencia, un complemento importante para mantenerse actualizado”, a partir de “alumnos inquietos que exigen y que ayudan a elevar el nivel de conocimientos”.
Ejercer la actividad profesional por más de 50 años implica adaptarse a las nuevas demandas de la profesión como así también, a los avances tecnológicos. “Tenemos permanentemente cambio de políticas, cambio de legislación en materia impositiva, laboral, societaria. Nada se salvó de lo que uno pudo haber estudiado durante la carrera. Eso exige y demanda, y hay que estudiar y capacitarse además de trabajar y producir. Son dos cosas que van de la mano”, afirma Ángel como condición sine qua non para mantener un estudio contable competitivo con el paso del tiempo.
“En el contexto en el que uno estudió la carrera, no existía materia vinculada con el tema de sistemas informáticos; es algo que se empezó en el último año, tal vez había algún seminario. En esa época casi no existían las computadoras, y hoy con un teléfono prácticamente se pueden realizar casi todas las actividades que uno organiza dentro de un estudio”, sostiene el contador sobre los cambios en la forma de ejercer la profesión. “Antes teníamos formularios en papel para efectuar declaraciones juradas. Hoy todo eso se hace a través de Internet o computadoras o sistemas necesarios que es imposible trabajar si uno no tiene los distintos sistemas conectados que le permiten ingresar a la página de AFIP. Tenés programas especiales para poder trabajar. Hoy es una inversión mayor a la que existía en otras épocas para poder ejercer la profesión”, agrega el profesional.
A su vez, Ángel detalla que la digitalización y modernización de tareas que por mucho tiempo la comunidad profesional desarrollaba a mano, con lápiz y papel, implica un costo extra. “Es necesario tener suscripciones, no solo para poder capacitarse, sino para poder trabajar; ese es un costo que se ha ido incorporando en función de los medios. Los formularios te los promocionaban los organismos y hoy que tenés que generarlos e imprimirlos con tus propios equipos. Hay que remarcar que en el ejercicio profesional se requiere también invertir, demanda un capital para poder instalarse”.
En un mensaje dirigido a las nuevas generaciones de profesionales, el colega destaca que “la capacitación y la actualización son algo fundamental y, además, permanente. No solo deben haberlo llevado a cabo durante el desarrollo de la actividad facultativa, sino que tienen que profundizarlo una vez recibidos, seguir estudiando, capacitándose e interactuando en los ámbitos profesionales con distintos colegas para ir superándose. Si hacen eso, tarde o temprano van a tener éxito”, finaliza el colega, con conocimiento de causa.
“Cualquier cosa que hiciere iba a estar relacionado con la parte administrativa contable. De eso no tenía duda”, afirma el Dr. Ramón Piñol, Contador Público (Tomo 31, Folio 124, matriculado en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires), quien dejó la tranquila localidad de Chacabuco para radicarse en la tumultuosa Capital Federal e iniciar sus estudios en la Universidad de Buenos Aires. “Defiendo a muerte la universidad pública. Gracias eso yo pude estudiar, sino no hubiera podido”, detalla agradecido el profesional, quien más allá de sus ganas, tuvo un comienzo facultativo un tanto accidentado. “Había un curso de ingreso, éramos 10 mil aspirantes y justo nos agarró la revolución de Onganía, así que se cortó ese año. Solo nos dieron clases un cuatrimestre, que eran dos meses, para poder rendir alguna materia”, rememora Ramón a la distancia.
A su vez, el colega tuvo que pausar por un año sus estudios para realizar el Servicio Militar Obligatorio, pero a su vuelta, le surgió la posibilidad de ingresar a un estudio contable de un colega coterráneo suyo. “Ahí hice toda la carrera, estudiando y trabajando, aprendiendo mucho sobre lo que a mí me gustaba, que era la posibilidad de ejercer la profesión en forma liberal, en forma independiente”, afirma el Dr. Piñol, en una experiencia que sería muy rica para su futuro profesional.
“Yo quería firmar balances a cuatro manos”, ríe Ramón en diálogo con RePro Digital,al tiempo que agrega: “Era mi deseo ejercer en forma independiente la profesión, en un estudio como en el que estaba”. Su anhelo, sin saberlo, se iba a volver realidad antes de lo esperado. Es que, si bien el Dr. Piñol tenía la posibilidad de quedarse trabajando en Buenos Aires, su decisión de volver a Chacabuco potenció la idea del estudio contable propio. “Yo ya estaba de novio, con la que es hoy mi mujer hace más de 50 años. Empezaron a tirar un poco los familiares y me gustó la idea de volver a Chacabuco, porque en ese momento, la profesión la ejercían pocos contadores. Era muy común que hubiera muchos asesores que eran exempleados de la Dirección General Impositiva (DGI) en ese momento, y había campo para desarrollarme. Me vine a empezar de cero, no me relacioné con ningún estudio”, narra el Dr. Piñol, abierto a los desafíos, haciéndose camino al andar.
Para eso, el colega eligió matricularse en el Consejo, en lo que sería el primer acercamiento de un vínculo duradero entre Ramón y nuestra institución, que se afianzó por completo cuando fue convocado para ser Delegado Presidente de la Delegación Chacabuco. “Éramos dos delegados que nos encargábamos de todo lo administrativo, estábamos encima del Consejo. Íbamos todos los días”, afirma el colega con cariño.
En un trabajo sumamente artesanal, el Dr. Piñol recuerda haber participado en mudanzas y estar “con la camioneta cargada, llevando muebles de un local a otro, porque en ese momento el Consejo no tenía inmueble propio, así que alquilábamos”. “Era todo una novedad para mí. Era lógico que uno lo hiciera con gusto. Poder estar y colaborar con el Consejo era algo deseado”, agrega el contador sobre su grata experiencia como autoridad.
Ramón definió a su generación de profesionales como “una especie en extinción”. “Cuando empecé a trabajar, comencé con planillas apaisadas de 8, 16 y 32 columnas, un portalápiz, una goma, y una máquina de sumar y restar mecánica, no eléctrica”, detalla el colega, cuya descripción ayuda a generar una imagen de cómo estaba compuesto el escritorio de un contador a finales de los ´70.
“Con máquinas de escribir con papel carbónico se pasaban las actas, y después se copiaban con gelatina las actas en los libros de actas. Para las DDJJ de Ganancias, había que certificar todos esos formularios en la AFIP como borradores, y sobre eso se armaba el resumen de la DDJJ que vos preparabas. Después había que pasarlo a máquina y algunos hasta lo hacían a mano”, precisa el Dr. Piñol, quien visualiza cambios abismales a la hora de ejercer la profesión: “Hoy ya la inteligencia artificial anda rondando por los estudios”.
Sobre el final de la charla, el colega realiza un balance, esta vez de índole personal: “De lo que armé y de lo que hago, no me arrepiento para nada. Cuando me dicen 'chau contador', me doy vuelta orgulloso. Yo agradecí a la vida que me diera la posibilidad de cruzarme con esta profesión, abrazarla y ejercerla orgullosamente durante más de 50 años. Más que eso no puedo pedir”, cierra Ramón, quien sigue sumando páginas a su historia con las ciencias económicas.